Comunidad de fe, constructores de paz

Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara

Apreciables hermanas y hermanos:

En un lugar tranquilo, los discípulos de Jesús confesaron, por primera vez, que Él era el Mesías de Dios (cfr. Mt 16,13-20). Ante la pregunta sobre quién era Él, Pedro tomó la iniciativa y, a nombre del grupo, respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Nosotros, si respondemos lo que dicen los demás, no estamos haciendo una profesión de fe, estamos repitiendo lo que se oye decir. La fe no se basa en comentarios, sino que debe venir de lo más profundo de nuestro ser. Debe ser respuesta directa a la pregunta del Maestro: “Y, tú, ¿quién dices que soy yo?”, o de otra forma, “¿quién soy yo para ti?”.

La pregunta va dirigida a lo más íntimo de nuestra conciencia. Si respondemos así, es respuesta de fe, fruto de una convicción que da la fe. Preguntémonos: ¿Él es mi Señor, mi Salvador? ¿Vivo como si mi ser estuviera en sus manos, confiando plenamente en Él?

No basta confesar la divinidad de Jesús; es necesario que lo expresemos con nuestra vida, en plena obediencia a Él, sometidos a su Señorío, porque me ama. La verdadera fe no es sólo decir sí a Jesús, sino ajustar nuestros actos, manera de ser y de expresarnos, a esa verdad.

En esta misma escena, Cristo le dice a Pedro que será la piedra sobre la que edificará su Iglesia, de tal manera que todo el que se vincule a esta confesión de fe, es piedra viva en las manos de Dios, que nos purifica, nos llena de su Espíritu y nos coloca en el lugar donde Él cree que podemos ser Iglesia. En cualquier lugar donde nos coloque como piedras vivas, somos importantes, somos necesarios para la edificación de la Iglesia.

Pedro es principio de unidad y de cohesión de los que confesamos y testimoniamos la única fe de Jesucristo. El Papa es la piedra sobre la que Cristo sostiene todo el edificio de su Iglesia, formada por nosotros, piedras vivas. Confesando la fe en el sucesor de Pedro, en comunión con Él, seguimos reafirmando que Jesús es el Mesías, la verdadera piedra fundamental, que quiso dejarnos una piedra que fuera visible, y que fuera signo de nuestra comunión.

La Iglesia no es un movimiento político, ni una organización no gubernamental, ni un club. Es una comunidad de personas, de todas las lenguas, que confesamos y testimoniamos que Jesús es Dios. Somos una comunidad fundada en esta fe.

Somos una familia para ser fermento de fraternidad entre todos los hombres, de solidaridad con todos, aunque no tengan nuestra misma fe, porque Cristo murió y resucitó por todos.

Somos una comunidad de servidores de paz entre los hombres, constructores de paz. Que nadie se aproveche de que somos comunidad para hacernos presa de ideologías. No somos escalón de nadie. Somos piedras vivas que forman parte del Templo que está edificado sobre Cristo, y que tiene su cabeza visible, que es el Papa.

Yo les bendigo en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

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