Ayer estuve repasando una parte de un libro mío



















Estaba ayer repasando una parte de mi libro Templo atanasiano, que trata de un concepto nuevo de edificio para las conferencias episcopales de cada nación. Este edificio, tal como lo presento en esa obra, es más que una construcción. Es decir, entre otras cosas que allí explico, supone la toma de conciencia de que los obispos, cuando están reunidos, pueden ofrecer un culto a Dios como colegio episcopal de una nación.
Es decir, uno es el culto que puede ofrecer a Dios un párroco con sus feligreses. Otro es el culto que puede ofrecer el obispo con sus sacerdotes y muchos más fieles en la catedral. Una misa pontifical no es meramente una misa con más concelebrantes y fieles, sino que hay cambios cualitativos: el órgano catedralicio no es como el de un pequeño pueblo, tampoco las vestiduras son iguales, los cánticos son mucho más elaborados, el presbiterio permite ceremonias mucho más grandiosas. En un pontifical, ni el cáliz catedralicio ni el templo son iguales que en una pequeña población. Todo debería cambiar cualitativamente a mejor cuando el obispo ejerce como sumo sacerdote rodeado de sus presbíteros y diáconos.
Pues bien, en el tipo de templo atanasiano que describo en el libro del mismo título, los obispos (cuando están reunidos en la plenaria) ofrecerían un culto como colegio episcopal. Uno es el culto que puede ofrecer un obispo con sus sacerdotes, y otro el culto que pueden ofrecer cincuenta obispos acompañados de más de un par de centenar de sacerdotes.
Cierto que se suele asociar mayor solemnidad con ceremonias muy largas. Pero en una hora se puede celebrar un pontifical con la mayor de las calmas y al mismo tiempo con el mayor boato si tal ceremonia está muy bien organizada. Dígase lo mismo de los oficios de la liturgia de las horas que, en su mayor parte, serían recitados.
La semana en la que se reúnen todos los obispos pasarían a tener una faceta cultural, pasarían a ser una ocasión para adorar a Dios de un modo distinto. No reuniones solo para dialogar, sino también para honrar al Señor. Lo funcional y lo litúrgico se entrelazarían. Eso no supondría un sacrificio de mucho tiempo frente al empleado en la sala de plenos. 

Sería, además, una enseñanza de que Dios debe estar en el primer lugar. El diálogo entre obispos entremezclado con las horas canónicas celebradas del modo más grandioso posible sería más productivo. No sería una pérdida de tiempo, sino un tiempo muy bien empleado.

Publicar un comentario

[blogger][facebook]

Agencia Catolica

Forma de Contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DesactivadoPor favor, active Javascript para ver todos los Widgets