“Todos pueden vivirlas en la cotidiana fidelidad a la vocación cristiana; y los consagrados, en particular, en la fiel adhesión a la profesión religiosa”, explicó. En este sentido, subrayó que “la santidad es el camino de la verdadera reforma de la Iglesia que transforma el mundo en la medida en que se reforma a sí misma”, como afirmaba el Beato Antonio Rosmini, fundador del Instituto de la Caridad.
Por eso, insistió en la necesidad de poner en primer plano “la noticia alegre de que todo cristiano está llamado a la santidad”.
Francisco señaló cómo el Beato Rosmini quiso, mediante el Instituto por él fundado, resaltar la supremacía de la virtud de la caridad.
“En vuestra actividad eclesial”, continuó el papa, “os invito a disponer obras de caridad corporales, intelectuales, espirituales y pastorales, de modo que secundéis siempre al Espíritu Santo que indica dónde, cuándo y cómo amar”.
El Papa concluyó su discurso recordando a los participantes en el Capítulo General que “con la luz del Espíritu Santo encontréis los caminos para continuar con fuerza renovada recogiendo los signos de los tiempos, las urgencias sociales y la pobreza espiritual y material de cuantos escuchan las palabras y gestos de salvación y de esperanza”.
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