He escuchado hoy a Bach, buscando luz en la situación que vive Venezuela. He escuchado el primer coral del BWV 245.
Resulta muy difícil encontrar en toda la historia un comienzo de mayor tensión que los compases instrumentales con que principia. Es un minuto de una densidad cósmica. Toda la tristeza de la Pasión de Cristo resumida en un minuto de silencio de las voces en las que solo hablan los instrumentos. Tristeza y solo tristeza.
Después de un minuto la explosión del coro de los ángeles. Es una explosión de una contundencia tan increíble como lo había sido la tristeza del prólogo instrumental.
¿Y qué es lo que claman los ángeles?
Herr, unser Herrscher!
¡Señor, Señor, Señor, Soberano nuestro!
Después de esa aclamación, añaden:
Dessen Ruhm in allen Landen herrlich ist!
¡Cuya gloria en todo el mundo es majestuosa!
La aliteración está llena de fuerza como corresponde a una aclamación a su señorío: Herr, Herrscher, herrlich. Los sonidos se repiten una y otra como un credo que se reitera y que exalta el poder del Señor.
Sí, ese es la gran verdad que debo reconocer en esta situación de millones de personas oprimidas hasta el hambre: ¡Solo hay un Señor sobre la Tierra!
Si ha permitido el mal hasta ahora, Él sabe por qué; santas son sus decisiones. Pero Dios es el Señor y nos sometemos a sus tiempos. Amén.


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