Pastoral para la Comunicación.- Comenzamos la última semana del mes de julio con la memoria de Santa Marta. Es una mujer-tipo de la vida activa como María, su hermana, es un símbolo de la vida contemplativa. La figura de Marta se encuentra con frecuencia en la Biblia. San Lucas la menciona durante la visita de Jesús a la ciudad de Betania, donde Marta vive con su hermana María (no confundir con la Virgen María). Muy activa, se ocupa en todos los menesteres posibles, mientras su hermana, más contemplativa, escucha tranquilamente a Jesús. Cristo le hace un comentario amable sobre su agitación: “Marta, Marta, estás inquieta y preocupada por muchas cosas…”. No es que Jesús condene su actividad, sino su imposibilidad de albergar paz en su corazón.
La inquietud y el nerviosismo son dos características típicas de nuestras sociedades, aunque no debemos generalizarlas, recuerdan la advertencia que Henri Nouwen hace a los predicadores sobre la necesidad de no generalizar sentimientos personales. Para ilustrarla cuenta la anécdota del cura joven que en la misa de ocho de la mañana en la que participan unas cuantas mujeres mayores de vida sosegada, comienza su homilía diciendo: “Hoy, que todos llevamos una vida agitada, con nuestras agendas repletas de compromisos, sin tiempo para nada”. Es claro que estaba dibujando su autorretrato y no el de las ancianas, porque si algo les sobraba a sus simpáticas oyentes era precisamente tiempo. Pues bien, aunque no debemos generalizar, parece claro que muchos hombres y mujeres vivimos hoy un estilo de vida nervioso, que vamos deprisa a todas partes sin saber exactamente por qué y para qué, casi como huyendo. ¿No será éste un síntoma de descentramiento? El relato de Lucas no lo dice expresamente, pero es probable que, después de las palabras de Jesús, Marta viera las cosas d otra manera.
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Santa Marta suele representarse con un vestido sencillo, una capa y un velo. A veces también lleva un manojo de llaves colgado del cinturón. A partir del siglo XV, a menudo se la representa luchando contra un dragón al que rocía con agua bendita con un hisopo. Una leyenda del sur de Francia cuenta que Marta llegó a Marsella con su hermano y su hermana después de la Ascensión. Supuestamente, en ese momento luchó contra un dragón de río que aterrorizaba a la población, armada con su cruz y con agua bendita. Cuando Marta murió, habría sido enterrada en Tarascón por san Frontis de Périgueux. Hoy en día es muy venerada en el sur de Francia y en Toscana.
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