La oración cristiana no se identifica con la meditación, con el pensamiento discursivo ni con repetir inconcientemente muchas frases. La esencia de la oración cristiana es la relación, iniciada y querida por Dios con cada uno de nosotros en particular y también como comunidad.
El mejor ejemplo quedó plasmado como enseñanza de Nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio de san Lucas que leímos hoy: “El Padre Nuestro”. Si tratamos de clasificar la oración desde el punto de vista temático, existen infinidad de tipos de oración.
Pero podemos analizar dentro del Padre Nuestro cuántos tipos diversos de oración nos enseñó el Señor. Jesús nos enseñó oración de confesión, este tipo de oración se caracteriza en que yo reconozco quién es Dios, reconozco sus atributos.
También puede ser oración de confesión lo que yo admito delante de Dios sobre mí mismo, ser su creatura, ser pecador.
Así pues, la primera palabra de la oración que Jesús nos enseñó es una confesión: “Padre”. El Evangelio de san Mateo propone una segunda palabra que acompaña a esta primera: “Padre nuestro” (Mt 6,9).
Acto seguido Jesús continua haciendo una oración de confesión haciendo un repaso de los atributos más propios de Dios que son: su santidad, “santificado sea tu nombre”, y su señorío como Rey en la frase “venga tu Reino”.
Algunos autores opinan que se trata de peticiones o súplicas, puesto que Jesús nos hace expresar que la santidad de Dios sea reconocida en este mundo, que el reinado de Dios se establezca en este mundo. El otro tipo de oración que nos enseña es de petición, o súplica en varios niveles. El nivel del sustento cotidiano por medio del alimento, “danos cada día nuestro pan cotidiano”. El otro nivel es una petición en el campo espiritual y relacional, sobre el perdón de las deudas (pecados), pero implica una condición de práctica de la misericordia de nuestra parte.
La última petición es también de orden espiritual: “líbranos del mal (maligno o malvado)”. En nuestra época se habla de oraciones de liberación, esta última petición es una forma de petición de liberación. Como observamos, Jesús enseñó formas de oración muy concretas que primero reconocen a Dios y sus características, y luego suplican o agradecen o alaban a Dios.
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