¡Es un pepinillo!


Ya he advertido, a menudo, del peligro de los pepinillos gigantes. No creo que sea necesario abundar.
Cambiando de tema, los tres gifs que puse ayer de la Rana Kermit son expresión jocosa de una realidad eclesial: vivir en la Iglesia con paz, vivir en la Iglesia como si esta fuera (¡lo es!) una familia.
En los últimos días, muchos hemos escuchado noticias airadas acerca de los cambios en el Instituto Juan Pablo II. La cuestión es: ¿Son verdaderas esas noticias? ¿Están destruyendo el instituto desde dentro? ¿Están socavando un baluarte de la defensa de la ciencia moral?
Lo lógico sería que el periodista investigara las cosas con ecuanimidad para proporcionar una noticia final. El periodista que tratase de cuestiones eclesiales de gran complejidad como esa precisaría ser un hombre dotado de sabiduría, de una sabiduría que no es de este mundo. La profesionalidad es la primera condición, pero la segunda sería tener unas condiciones espirituales para ejercer como juez (periodístico) en esas cuestiones. Pues su artículo va a decantar a millares de personas en un sentido o en otro.
Sí, un artículo encaminará a decenas de miles de almas, entre ellas sacerdotes y religiosos, acerca de un determinado problema, cuestión o situación. Todos vemos la diferencia entre la notable influencia de un periodista en una web religiosa frente al sermón de un arzobispo predicado ante doscientas o trescientas personas.
Si uno redacta un artículo especializado sobre un tema de astrofísica, se espera de él un conocimiento mínimo acerca del tema del que va a escribir. No se puede escribir una noticia sobre ese tema que esté cargado de errores.
No se puede escribir un artículo sobre cuestiones complejas de la teología y de la Iglesia sin un conocimiento mínimo de lo que se escribe. Y, en este caso, el periodista va a ejercer una influencia grande en un tema que afecta a la vida de la Iglesia, a la defensa de la ortodoxia de la fe, a la unión de los fieles con los pastores.
Nada sé acerca de la cuestión del instituto mencionado. Solo he leído los titulares. Pero no hace falta decir que son muy necesarios los buenos y santos periodistas, periodistas que sean escrupulosos profesionales y, al mismo tiempo, hombres de oración.
Hay noticias que me interesarían mucho si fueran escritas por quien es ecuánime, serio, buen profesional, en definitiva, y me ofrecieran una buena información. Pero tantos periodistas no lo son que no leo muchas noticias porque su lectura no me va a aportar nada.
Como norma, siempre doy un voto de confianza a los pastores: diocesanos o supradiocesanos. A sabiendas de que Dios juzgará. Mi voto de confianza no es una absolución, es una suspensión de juicio.
Pero sí que es cierto, al mismo tiempo, de que muchas noticias se basan en informaciones parciales y tendenciosas. Muchas noticias de webs religiosas están contaminadas de prejuicios. En esta situación, la suspensión de juicio no solo es un acto virtuoso, sino también la decisión más razonable.

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