Ciudad del Vaticano
1 de septiembre: 6 Día de navegación, iniciamos con la petición de oración permanente del Sínodo Amazónico:
“Que el Dios de la vida y la belleza, el Espíritu Santo que nos impulsa hacia más fraternidad, unidad y dignidad, y el Cristo encarnado de la Buena Nueva, y de la inculturación y la interculturalidad nos den la serenidad, el discernimiento y la valentía para encontrar los nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral en este Sínodo Amazónico. Todo ello para el bien y la vida de sus pueblos y comunidades, y para caminar más juntos por el Reino”.
Meditar por unos momentos esta petición inicial, buscar la calma interior para entrar en este momento de navegar por las aguas de la Amazonía y de la vida de la Iglesia al servicio de sus pueblos y comunidades, y para escuchar el llamado de Dios a través de su
palabra viva.
Lectura del día
Cada uno está invitado a leer este fragmento, profundizando en la lectura completa según su propia necesidad y criterio:
“Un sábado, Jesús fue a comer a casa de uno de los jefes de los fariseos. Ellos lo estaban espiando. Al ver Jesús que los invitados escogían para sí los puestos de honor en la mesa, les dijo a modo de ejemplo: —Cuando alguien te invite a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar de honor (…) Porque a todo el que se ensalce a sí mismo, Dios lo humillará; pero al que se humille a sí mismo, Dios lo ensalzará. Dirigiéndose luego al que lo había invitado, le dijo: —Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, a tus hermanos, a tus parientes o a tus vecinos ricos, porque después ellos te invitarán a ti y quedarás así recompensado.
Por el contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos. Ellos no pueden corresponderte; y precisamente por eso serás feliz, porque tendrás tu recompensa cuando los justos resuciten” Lucas 14, 1. 7-14.
Reflexión desde la perspectiva del Sínodo Amazónico
En este Sínodo Amazónico pedimos al Señor que sepamos abrazar con absoluta convicción a los más pequeños, a los vulnerados y vulnerables, a los que han sido excluidos y oprimidos, y que aseguremos que tengan el lugar prioritario en la mesa Sinodal. Que sus
voces, tan finamente recogidas en el proceso de escucha sinodal, y también reflejadas en el Instrumentum Laboris, sean reconocidas como presencia viva de Dios y que prevalezcan en nuestro discernimiento.
Que no sean olvidadas sus voces una vez más. Queremos seguir el mandato de Jesús de llamar a la mesa como los más importantes a esos que han sido considerados como los últimos. Es la periferia que viene a dar luz al centro.
Es el propio Jesús quien nos llama a reconocer como los primeros a los pueblos oprimidos, a aquellos que ante los ojos del mundo no valen por su incapacidad de reconocer la vida que ellos nos ofrecen como testimonio. Este Sínodo es una ocasión única para honrar esas voces, pidiendo al Señor que nos libre de las actitudes y juicios farisaicos que rechazan tu presencia en lo pequeño, y que ponen la norma y la estructura por sí mismas encima de la vida.
Que sepamos discernir tu voluntad en este banquete del Sínodo, para reconocerte en la vida de los pueblos que tienen tanto para enseñarnos, igual que en aquellos obispos, misioneras-os, religiosos-as, sacerdotes que son sencillos y humildes, pero que son signo creíble de tu presencia para las comunidades en la Amazonía porque aman sin límites.
Contemplación
Contemplemos la imagen de este día y dediquemos un momento a reconocer nuestra propia vida y experiencia en la Iglesia y al servicio de la Amazonía para pedir luz en esta palabra de Dios en preparación del Sínodo.
Escribir mis peticiones particulares y permanecer en ellas durante este día. Hacemos una invitación a llevar un registro de todo lo que el Espíritu suscite en nosotros como preparación interior para el Sínodo Amazonía.
Cita para meditación de cierre
EVANGELII GAUDIUM No. 197.
"El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta Él mismo «se hizo pobre» (2 Co 8,9) Todo el
camino de nuestra redención está signado por los pobres. Esta salvación vino a nosotros a través del «sí» de una humilde
muchacha de un pequeño pueblo perdido en la periferia de un gran imperio. El Salvador nació en un pesebre, entre animales,
como lo hacían los hijos de los más pobres (…) Cuando comenzó a anunciar el Reino, lo seguían multitudes de desposeídos,
y así manifestó lo que Él mismo dijo: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado para anunciar
el Evangelio a los pobres».
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