Así lo dijo el Santo Padre este 14 de septiembre al reunirse con alrededor de 25.000 jóvenes en el estadio “Lokomotiva” de Kosice, en Eslovaquia.
El Santo Padre llegó en coche desde el barrio de Luník IX en donde se reunió con la comunidad gitana y a quienes animó a “ir más allá de los miedos y heridas del pasado”, porque “nadie en la Iglesia debe sentirse fuera de lugar o dejado de lado”.
Luego, el Pontífice recorrió con el papamóvil el estadio para saludar y bendecir a los jóvenes reunidos procedentes de Eslovaquia, pero también estaban presentes algunos jóvenes de países vecinos, entre ellos, Polonia y Hungría.
En este encuentro con los jóvenes fue recordada en particular la Beata Anna Kolesárová, una joven eslovaca que defendió su castidad y fue asesinada durante la Segunda Guerra Mundial por un soldado soviético.
Después del saludo al Papa del Arzobispo de Kosice y de tres diferentes testimonios, dos jóvenes y una familia joven, el Santo Padre pronunció su discurso en el cual improvisó en varias ocasiones. Mientras el Santo Padre hablaba, fue interrumpido varias veces emotivamente con aplausos y ovaciones de los jóvenes.
En su discurso, el Papa explicó que cuando alguien está decaído “hay un remedio infalible para volver a levantarse” que es el Sacramento de la Confesión.
En esta línea, el Santo Padre preguntó “¿los pecados son verdaderamente el centro de la confesión? ¿Dios quiere que te acerques a Él pensando en ti, en tus pecados, o pensando en Él? ¿Cuál es el centro, los pecados o el Padre que perdona todo?”.
La respuesta del Papa fue que “no vamos a confesarnos como unos castigados que deben humillarse, sino como hijos que corren a recibir el abrazo del Padre. Y el Padre nos levanta en cada situación, nos perdona cada pecado. Escuchen bien: Dios perdona siempre ¿han entendido? Dios perdona siempre”.
Luego, el Papa aconsejó que “después de cada confesión, quédense un momento recordando el perdón que han recibido. Atesoren esa paz en el corazón, esa libertad que sienten dentro. No los pecados, que no están más, sino el perdón que Dios les ha regalado. Eso atesórenlo, no dejen que se lo roben”.
“Y cuando vuelvan a confesarse, recuerden: voy a recibir una vez más ese abrazo que me hizo tanto bien. No voy a un juez a ajustar cuentas, voy a encontrarme con Jesús que me ama y me cura”.
En esta línea, sugirió también a los sacerdotes “que se sientan en el lugar de Dios Padre que abraza y perdona siempre. Demos a Dios el primer lugar en la Confesión. Si Él es el protagonista, todo se vuelve hermoso y la Confesión se convierte en el ‘Sacramento de la alegría’”.
“Sí, de la alegría, no del miedo o del juicio, sino de la alegría. Y es importante que los sacerdotes sean misericordiosos. Nunca curiosos, nunca inquisidores, por favor, sino hermanos que dan el perdón del Padre, que acompañan en este abrazo del Padre”, expresó.
Después, el Santo Padre reconoció que si alguien siente vergüenza al ir a confesarse “no es un problema, es algo bueno” y explicó que “si te avergüenzas, quiere decir que no aceptas lo que has hecho”.
“La vergüenza es un buen signo, pero como todo signo pide que se vaya más allá. No permanecer prisionero de la vergüenza, porque Dios nunca se avergüenza de ti. Él te ama precisamente allí, donde tú te avergüenzas de ti mismo. Y te ama siempre”, dijo.
Amor de telenovelaAsimismo, el Papa abordó el tema del amor en la pareja para advertir que “el amor es el sueño más grande de la vida, pero no es un sueño de bajo costo. Es hermoso, pero no es fácil, como todas las grandes cosas de la vida. Es el sueño, pero no es un sueño fácil de interpretar”.
“Amigos, no banalicemos el amor, porque el amor no es sólo emoción y sentimiento, esto en todo caso es al inicio. El amor no es tenerlo todo y rápido, no responde a la lógica del usar y tirar. El amor es fidelidad, don, responsabilidad”, recordó el Papa.
En esta línea, el Santo Padre subrayó que “la verdadera originalidad hoy, la verdadera revolución es rebelarse contra la cultura de lo provisorio, es ir más allá del instinto y del instante, es amar para toda la vida y con todo nuestro ser”.
“No estamos aquí para ir tirando, sino para hacer de la vida una acción heroica. Todos ustedes tendrán en mente grandes historias, que leyeron en novelas, vieron en alguna película inolvidable, escucharon en relatos emocionantes”.
Por ello, el Papa recordó el ejemplo de la Beata Ana a quien calificó “una heroína del amor” y que “nos dice que apuntemos a metas altas. Por favor, no dejemos pasar los días de la vida como los episodios de una telenovela”.
De este modo, el Santo Padre alentó a que “cuando sueñen con el amor, no crean en los efectos especiales, sino en que cada uno de ustedes es especial. Cada uno es un don y puede hacer de la vida un don. Los otros, la sociedad, los pobres los esperan”.
“Sueñen con una belleza que vaya más allá de la apariencia, más allá de las tendencias de la moda. Sueñen sin miedo de formar una familia, de procrear y educar unos hijos, de pasar una vida compartiendo todo con otra persona, sin avergonzarse de las propias fragilidades, porque está él, o ella, que los acoge y los ama, que te ama así como eres”, añadió.
En este sentido, el Papa advirtió que “los sueños que tenemos nos hablan de la vida que anhelamos. Los grandes sueños no son el coche potente, la ropa de moda o el viaje transgresor. No escuchen a quien les habla de sueños y en cambio les vende ilusiones, son manipuladores de felicidad”.
“Hemos sido creados para una alegría más grande, cada uno de nosotros es único y está en el mundo para sentirse amado en su singularidad y para amar a los demás como ninguna otra persona podría hacer en su lugar”, dijo.
“No se trata de vivir sentados en el banquillo para reemplazar a otro. No, cada uno es único a los ojos de Dios”, insistió el Papa.
Por ello, el Santo Padre sugirió “no se dejen ‘homologar’; no fuimos hechos en serie, somos únicos y libres, y estamos en el mundo para vivir una historia de amor con Dios, para abrazar la audacia de decisiones fuertes, para aventurarnos en el maravilloso riesgo de amar”.
Finalmente, el Papa alentó a los jóvenes a no dejarse vencer por el pesimismo y les pidió no dejarse condicionar “por lo que no funciona, por el mal que hace estragos. No se dejen aprisionar por la tristeza o el desánimo resignado de quien dice que nunca cambiará nada. Si se cree en esto uno se enferma de pesimismo. Se envejece por dentro. Y se envejece siendo jóvenes”.
“Hoy existen muchas fuerzas disgregadoras, muchos que culpan a todos y todo, amplificadores de negatividad, profesionales de las quejas. No los escuchen, porque la queja y el pesimismo no son cristianos, el Señor detesta la tristeza y el victimismo. No estamos hechos para ir mirando el piso, sino para elevar los ojos y contemplar el cielo”, afirmó el Papa.
Por ello, el Santo Padre invitó a dejarse “abrazar por Jesús. Porque cuando abrazamos a Jesús volvemos a abrazar la esperanza. La cruz no se puede abrazar sola, el dolor no salva a nadie. Es el amor el que transforma el dolor. Por eso, la cruz se abraza con Jesús, ¡nunca solos! Si se abraza a Jesús renace la alegría. Y la alegría de Jesús, en el dolor, se transforma en paz. Les deseo esta alegría, más fuerte que cualquier otra cosa”.
Al finalizar, el Papa rezó el Padre Nuestro. Luego saludó a algunos jóvenes mientras que el coro y orquesta entonaban y se acercó a saludar en particular al Cardenal eslovaco Jozef Tomko de 97 años.
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