El Prelado expresó que tal vez esto se justifique “en una cultura del zapping o el deseo de quedarnos rápidamente con lo que nos gusta. Sin embargo, cuando buscamos el resultado de un proyecto llamado a realizarse en el tiempo comenzamos a valorar la espera, que es una manera de sabiduría”.
Asimismo añadió que “la urgencia, la ansiedad o inmediatez, cuántas veces denota la falta de un camino que dé sentido a la espera. Diría que el que ha encontrado un camino, un objetivo, es paciente, porque sabe a dónde va. Esto vale tanto para la vida personal, espiritual o familiar, como social y política”.
Por otro lado, afirmó que la paciencia en las Bienaventuranzas “no se trata de pasividad o resignación ante el mal, sino de una actitud o estilo de vida nuevo y exigente, que se funda en la fe que da sentido a nuestras vidas dentro del Plan de Dios, y en el amor que nos hace testigos y protagonistas de mundo nuevo”.
Estos dos, “Fe y amor se convierten desde Jesucristo en la fuente y el modelo de la paciencia cristiana” que llevaron adelante a personas frágiles, pero dotadas del espíritu de las Bienaventuranzas, hasta la santidad.
“Jesucristo no nos predica una utopía inalcanzable sino una vida real y posible. Los santos dan testimonio de esta verdad del Evangelio. En este caminar junto a lo imperfecto, ellos han sabido esperar”, acotó el Arzobispo.
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