Cuando mañana se haga oficial la aceptación de la renuncia del cardenal Rouco y la llegada a Madrid de Mons. Osoro como nuevo arzobispo, ocurrirán una serie de circunstancias que habrá que afrontar en la próxima plenaria de la Conferencia Episcopal Española
En la ejecutiva de la CEE es miembro nato -o como se quiera decir- el arzobispo de Madrid. Es decir, aunque no sea elegido por los obispos para ser presidente o vicepresidente, forma parte de ese órgano de gobierno. Es lo que ocurre en la actualidad. Una vez el cardenal se retire, su puesto quedará libre, dado que Mons. Osoro es vicepresidente. Por tanto, en noviembre toca elegir un puesto para dicha ejecutiva.
Aunque es evidente que los obispos pueden elegir a quien les parezca oportuno, en mi opinión optarán por Mons. Francisco Pérez, arzobispo de Pamplona-Tudela, quien tras ser miembro de le ejecutiva en el trienio anterior, quedó en una situación ciertamente poco decorosa dado que, al no presidir ninguna comisión episcopal, ni siquiera forma parte de la Permanente. Pasar de la ejecutiva a la “nada” quedó feo. Don Francisco es un hombre sin aristas, bien considerado entre sus compañeros de episcopado y se conoce bien los manejos de Añastro (sede de la CEE).
Otra opción podría ser Mons. Sanz Montes, el arzobispo más joven de España, pero don Jesús anda la mar de feliz en Asturias -lejos queda el tiempo en que fue obispo de dos diócesis, presidente de la comisión de Vida Consagrada y encargado de arreglar el desastre de Lumen Dei- y tiempo habrá de que juegue un papel más importante, si es que así lo quieren el resto de obispos.
Es probable que dentro de tres años toque elegir a un nuevo presidente de la CEE, ya que don Ricardo Blázquez habrá presentado la renuncia al Papa por su edad. Supongamos que se elige a Mons. Osoro, quien probablemente ya será cardenal. Su presencia el frente de la CEE tampoco irá mucho más allá de un trienio, debido también a su edad.
Esto significa que la era post Rouco en Añastro no se va a caracterizar por la presencia de un obispo de perfil “dominante". Serán presidencias cortas, con todo lo que eso tiene de bueno y de malo, si es que hay algo malo o bueno en dicha situación.
Por otra parte, son muchas las diócesis españolas que van a cambiar de obispo por la renuncia de sus actuales pastores. Dentro de 6 años tendremos muchos obispos nuevos y la práctica totalidad de las archidiócesis con prelados distintos a los actuales. De entre ellos surgirá, quizás, aquel que esté llamado a protagonizar otra nueva etapa de varias presidencias al frente de la CEE. Pero hacer cábalas de lo que va a ocurrir de aquí a cinco o seis años es más bien propio de pitonisas, y yo no lo soy.
El sector progre-eclesial español anhela una auténtica revolución en el episcopado español que signifique la vuelta al taranconianismo. Pues bien, de momento el Papa ha elegido para Madrid a un arzobispo que tiene de progresista lo que yo de lagarterana. A Extremadura -Mérida-Badajoz- llegará Mons. Celso Morga, un arzobispo curial del Opus Dei; y todos dan por hecho que en Valencia aterrizará el cardenal Cañizares, que como todo el mundo sabe no es precisamente el paladín de los Küng, Quieruga, Pagola, etc.
Queda por saber a quién nombrará el Santo Padre como arzobispo de Barcelona, pero si es el obispo del que tengo el pálpito que va a ser, la anhelada revolución va a quedar en nada.
Uno de los efectos colaterales de la “revolución” española será el cambio de presidencia del dicasterio de Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, actualmente en manos del cardenal Cañizares. Son muchos los que aventuran que el Santo Padre optará por Mons. Piero Marini -no es del gusto de los tradicionalistas-, pero con este Papa, y con una reforma de la Curia en marcha, puede ocurrir cualquier cosa. Por ejemplo, que nombre a un obispo hispanoamericano o que dicho dicasterio desaparezca para que sus competencias sean asumidas por Doctrina de la Fe, que pasaría a ser una especie de mega-dicasterio. No es imposible que la CDF siga con un cardenal al frente de la misma y dos secretarios, uno encargado de la cuestión doctrinal y otro de liturgia y sacramentos.
Conclusión. En España parece que se van a dar muchos cambios pero en realidad lo mismo no cambia casi nada. Uno de esos cambios afecta a la Iglesia en todo el mundo, pero no parece que lo más problemático en estos momentos sea la cuestión litúrgica. Por tanto, estamos ante lo que dice el refrán: mucho ruido y pocas nueces.
Luis Fernando Pérez Bustamante
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