“Seguir a Jesús desde el punto de vista humano no es un buen negocio: es servir. Lo dijo Él, y si el Señor te da la posibilidad de ser el primero, tú debes comportarte como el último, es decir en el servicio. Y si el Señor te da la posibilidad de tener bienes, tú debes comportarte en el servicio, o sea por los demás. Son tres cosas, tres escalones que nos alejan de Jesús: las riquezas, la vanidad y el orgullo. Por esto las riquezas son tan peligrosas, porque te llevan inmediatamente a la vanidad y te crees importante. Y cuando te crees importante te la crees y te pierdes”, señaló el Santo Padre.
En su homilía, Francisco reflexionó sobre la pregunta de Pedro a Jesús, acerca de “qué habrían recibido los discípulos al seguirlo, una pregunta planteada después de que el Señor había dicho al joven rico que vendiera todos sus bienes en favor de los pobres”.
El Santo Padre observó que Jesús responde de una manera diferente a la esperada por los discípulos, pues no habla de riquezas, sino que en cambio promete la herencia del Reino de los cielos “pero con la persecución y con la cruz”.
“Por esto, cuando un cristiano está apegado a los bienes, hace el papelón de un cristiano que quiere tener las dos cosas: el cielo y la tierra. Es la piedra de toque, precisamente, es esto que dice Jesús: la cruz, las persecuciones. Esto quiere decir negarse a sí mismo, padecer cada día la cruz… Los discípulos tenían esta tentación, de seguir a Jesús pero después ¿cuál será la recompensa, al final, de este buen negocio? Pensemos en la mamá de Santiago y de Juan, cuando pidió a Jesús un lugar para sus hijos: ‘Ah, a éste me lo haces primer ministro y a éste ministro de economía…’, y surgió el interés mundano de seguir a Jesús”.
Pero después “el corazón de estos discípulos fue purificado” en Pentecostés, cuando “entendieron todo”. Francisco añadió que “la gratuidad en el seguir a Jesús es la respuesta a la gratuidad del amor y de la salvación que nos da Jesús”. Y cuando “se quiere ir tanto con Jesús como con el mundo, tanto con la pobreza como con la riqueza – dijo – esto es un cristianismo a medias, que quiere una ganancia material. Es el espíritu de la mundanidad”.
Aquel cristiano – afirmó el Papa evocando al profeta Elías-, “cojea de las dos piernas” porque “no sabe lo que quiere”. Y añadió que para entender esto es necesario recordar que Jesús nos anuncia que “los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros”, es decir “aquel que cree o que es el más grande” se debe convertir en “el servidor, en el más pequeño”.
El Santo Padre dijo que el camino que indica el Señor es el del “despojamiento”, como hizo Él: “Quien es el primero de entre ustedes se haga siervo de todos”. Y agregó que a Jesús “este trabajo” con los discípulos “le costó tanto, tanto tiempo, porque no entendían bien”. Y entonces – dijo – “también nosotros debemos pedirle: ‘¿Nos enseñas este camino, esta ciencia del servicio? ¿Esta ciencia de la humildad? ¿Esta ciencia de ser los últimos para servir a los hermanos y a las hermanas de la Iglesia?”.
“Es feo ver a un cristiano, independientemente que sea laico, consagrado, sacerdote, obispo, es feo cuando se ve que quiere las dos cosas: seguir a Jesús y los bienes, seguir a Jesús y la mundanidad. Y esto es un contra-testimonio, y aleja a la gente de Jesús. Ahora continuamos la celebración de la Eucaristía pensando en la pregunta de Pedro. ‘hemos dejado todo: ¿cómo nos pagarás?’, y pensando en la respuesta de Jesús. El precio que Él nos dará es la semejanza a Él. Este será el ‘sueldo’. ¡Gran ‘sueldo’, asemejarse a Jesús!”, concluyó.
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