Meditación Domingo 6 t.o. (A)

(Cfr. www.almudi.org)

 
 
 
Ante nosotros tenemos el bien y el mal, y Jesús nos enseña a escoger lo bueno, no por cumplir, sino por amor

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Pero quien los cumpla y enseñe, será grande en el Reino de los Cielos. Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado.Habéis oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.Sabéis que se mandó a los antiguos: «No jurarás en falso» y «Cumplirás tus votos al Señor». Pues yo os digo que no juréis en absoluto. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno” (Mateo 5,17-37).

1. Jesús, nos dices sobre la ley o los profetas: “no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley”. Llevas al cumplimiento la Ley de la Antigua Alianza. No nos quieres esclavos de la letra, sino que miras las intenciones del corazón. Las angustias y el miedo pueden venir de no saber superar el legalismo y en cambio la paz viene de ser radicalmente cristianos, y vivir lo que rezamos: “Tú, en la etapa final de la historia, has enviado a tu Hijo, como huésped y peregrino en medio de nosotros, para redimirnos del pecado y de la muerte, y has derramado el Espíritu, para hacer de todas las naciones un solo pueblo nuevo, que tiene como meta, tu reino, como estado, la libertad de tus hijos, como ley, el precepto del amor” (Prefacio común VII).
“El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los Cielos. Pero quien los cumpla y enseñe, será grande en el Reino de los Cielos. Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos”. Como continuación de los dos domingos anteriores (donde Jesús nos habla de los bienaventurados, de ser sal de la tierra y luz del mundo) hoy nos habla de la Ley y los Profetas en relación con la ley del amor. Imagino el cielo como una cascada de gloria, de amor, que cada uno cabe según sus capacidades, según el que quepa en su corazón. Por eso los que aman poco pueden recibir poco, porque todos recibirán una gracia plena… según su capacidad.
 “Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado”. Pone unas antítesis, y concluye: “se os ha dicho… yo os digo”. Es el eco de aquella voz del Sinaí, cuando dijo Yavhé: “yo soy el que soy” pero también dice la forma verbal que está en presente y futuro: “el que vendré”. Y el “yo” de Jesús es aquel que se anunciaba, del Emanuel, “Dios con nosotros”.
“Y si uno llama a su hermano «imbécil», tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama «renegado», merece la condena del fuego”. No se mata sólo con las armas, también con las peleas, con los insultos, con los pleitos injustos. Hay palabras y actuaciones que matan. La reconciliación debe ser algo previo a todo tipo de cumplimiento religioso: “por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”. Esto no quiere decir que tengamos que salir de la fila de comunión hasta hacer las paces, pero sí que en el corazón le pidamos ya a Jesús que nos dé su gracia para hacer las paces en la primera ocasión. “Con el que te pone pleito procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto”.
“Habéis oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior”. Tener un corazón limpio y desinteresado es la meta que nos propone el Señor. Corazón, que mira bien, pero sin traumas debido a miopes interpretaciones.
“Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el Abismo. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al Abismo”. No habla Jesús de mutilarnos, sino de crecer a un nivel superior de amor, que lleva a pensar en los demás.
“Está mandado: «El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio.» Pues yo os digo: el que se divorcie de su mujer -excepto en caso de prostitución- la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio. Lógicamente no iba Jesús contra la carta de repudio como forma de dejar libre a la mujer (con dignidad y aceptación social, superando la tradición de que una mujer abandonada no era nadie), sino que llevas a plenitud el respeto y reconocimiento de la mujer.
“Sabéis que se mandó a los antiguos: «no jurarás en falso» y «cumplirás tus votos al Señor». Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno”. Qué bonita, la confianza en la palabra.
Jesús conoce como Dios el sentido de los mandamientos, y el modo de cumplirlos de modo amoroso, haciendo la voluntad divina. Así no será nunca un manda-miento (hacer algo con mentira, en contra de lo que queremos) sino el mejor modo de realización personal; y no será nunca cumpli-miento (cumplir mintiendo) sino expresión de nuestra verdad más íntima.
El sentido de las antítesis tiene ante todo este significado: "Dios ha dicho por medio de Moisés..., pero por medio de mí dice...". Con esto se señala expresamente el lugar que ocupa Jesús en relación a la Palabra de Dios; y en lugar de los "antiguos", que no son los intérpretes farisaicos, sino aquel anuncio divino en el desierto.

2. “Si quieres, guardarás sus mandatos, porque es prudencia cumplir su voluntad; ante ti están puestos fuego y agua, echa mano a lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él escoja”. Ante nosotros está escoger libremente (aunque al mismo tiempo hacemos el mal por ignorancia, y corresponde a Dios juzgar el grado de malicia en todo esto). Lo que está claro es que escoger el bien nos hace buenos, y así nos realizamos. E. Fromm nos recuerda que el hombre es el único ser de la creación que puede decir "si" al bien, a la vida y, en consecuencia, llevar una auténtica existencia humana: pero es también el único ser que puede decir "no" al bien y degradarse como los animales salvajes. A través de su libertad el hombre puede realizarse o degradarse. A veces podrá escoger entre dos bienes, pero otras veces deberá elegir entre el bien, que es vida, y el mal que es muerte. Y esta libertad no está exenta de responsabilidad.
El salmo nos presenta la ley como camino de la vida: “Dichoso el que con vida intachable camina en la voluntad del Señor; dichoso el que guardando sus preceptos  lo busca de todo corazón”. San Agustín sitúa aquí el cumplimiento de ese deseo de felicidad que todos llevamos dentro: caminar en la voluntad del Señor.
 “Tú promulgas tus decretos para que se observen exactamente; ¡ojalá esté firme mi camino  para cumplir tus consignas! Haz bien a tu siervo: viviré y cumpliré tus palabras; ábreme los ojos y contemplaré  las maravillas de tu voluntad”. Es una respuesta íntima, donde nuestra soledad se siente acompañada por Dios. Quizá a veces podemos sentir, con San Ambrosio: «Nunca estoy tan acompañado como cuando estoy solo»" (Directorio vida sacerdotes). En realidad, el salmista muestra la vida de Jesús, que de modo auténtico cumple la voluntad del Padre; con él podemos decir: “Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes y lo seguiré puntualmente; enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón”.
Quizá a veces no vemos la ley como algo interno, como amor, energia esencial, Ley esencial. Teilhard de Chardin afirma: "El Amor es la más universal, la más formidable y la más misteriosa de todas las energías cósmicas... Cuanto más escudriño la pregunta fundamental sobre el porvenir de la tierra, más me doy cuenta que el principio generador de su unificación no hay que buscarlo solamente en la contemplación de una sola verdad, ni en el solo deseo provocado por una cosa, sino en la atracción común ejercida por un Alguien... ¡Amaos los unos a los otros! Esta palabra, pronunciada hace ya dos mil años, se descubre como la Ley estructural y esencial de lo que llamamos "progreso" y "evolución". Esta Ley del Amor entra en el dominio científico de las energías cósmicas y de las leyes necesarias".

3. «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman.» Los gnósticos se envanecían en una sabiduría de "perfectos". La verdadera sabiduría no es de este mundo y Dios la concede a los que, purificados en el bautismo e iluminados por el Espíritu Santo, participan de la vida divina. Ciertas religiones son el intento humano de alcanzar a Dios donde él está, pero la fe cristiana es la respuesta del hombre que Dios provoca con su don viniendo él mismo donde nosotros estamos. Toda mística que pretenda sacar al hombre del mundo donde el Hijo de Dios se ha hecho carne, no es una mística cristiana. “Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu; y el Espíritu todo lo penetra, hasta la profundidad de Dios”, concluye el Apóstol.
Llucià Pou Sabaté

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