Moonlight

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ESPIRITUALIDAD DEL CINE | Luis GARCÍA ORSO, SJ |

La representación de la población afroamericana en las películas norteamericanas nos tiene acostumbrados a ver gente violenta, de pandillas barriales, delincuentes, resentidos sociales, no protagonistas positivos en las historias. Barry Jenkins, joven cineasta también afroamericano nacido en Miami en 1979, se atreve a romper con estos estereotipos y a ofrecernos un retrato interior y emocional de alguna de estas personas marginadas, en particular en la historia de un jovencito, Chiron, que busca su verdadera identidad por encima de todos esos clichés.

Después de su debut en Medicine for Melancholy (en 2008), para ésta su segunda película, el cineasta Barry Jenkins toma la pieza de teatro In Moonlight Black Boys Look Blue para convertirla en una muy hermosa película, en un poema visual hecho de miradas, silencios, música; con tomas muy cercanas a las personas y cámara en movimiento para hacernos sentir la zozobra, el nerviosismo y el miedo del protagonista.  Curiosamente los planos lejanos están reservados para apenas insinuar el contexto social violento de la población negra en Estados Unidos, y ayudarnos mejor a entrar en la intimidad y los sentimientos de los personajes y a hacer un ejercicio de contemplación.

La historia está contada en tres etapas de la vida del protagonista: Little, el niño de diez años; Chiron, el jovencito; Black, el joven adulto 18 años después. Que la misma persona puede llamarse con tres nombres, ya nos habla de la evolución en el reconocimiento de sí mismo que va viviendo Chiron, hasta alcanzar su libertad interior. Notable la dirección de tres actores diferentes que nos comunican la misma personalidad y el mismo corazón del protagonista, al cual siempre sentimos tan cercano.

En un barrio marginal de Miami, Little es un niño tímido, callado, asustadizo, que continuamente tiene que huir de las agresiones de otros adolescentes. En una huida conoce a Juan/Blue, un hombre negro que lo rescata y lo lleva a casa de él y Teresa. Pero Juan es distribuidor de drogas y la madre de Chiron, Paula, es drogadicta. En una primera ruptura de imágenes machistas, Juan/Blue (excelente el actor Mahershala Ali) se convierte en la figura paterna, sensible, protectora, del niño. Hay aquí otro tipo de masculinidad.

La secuencia en que Blue carga a Little en el mar para enseñarlo a nadar se vuelve un hermoso símbolo de toda la historia: en los brazos de un hombre fuerte y tierno, en contacto con el agua y la brisa marina, el chico comenzará el paciente y penoso itinerario para hallar su identidad personal y su liberación. “En algún momento, tú has de decidir quién eres. No dejes que nadie tome esa decisión por ti”, le dirá Blue a Chiron; y éste irá poco a poco descubriendo y asumiendo su identidad homosexual.

En la segunda parte de la historia, el largucho jovencito Chiron sufrirá las más violentas agresiones de sus compañeros de escuela, pero también las más tiernas caricias a su dolorosa y emotiva búsqueda de sentido para su vida. Sin ningún tipo de discursos ni de reivindicaciones, el director nos hace muy cercana la realidad y el estigma de ser una persona negra, pobre, marginada, sola y homosexual; para desde ahí mostrarnos en gestos, silencios, sentimientos, lágrimas, cómo alguien puede ponerse de pie y luchar por su dignidad pisoteada. “No dejes que nadie te llame maricón”.

En la tercera parte de la historia, Chiron es Black, y su porte tiene mucho de su antiguo mentor, Blue. Con la letra de Cucurrucucú, Paloma, en la voz de Caetano Veloso, el joven regresará a Miami a reencontrarse con su madre y con Kevin, su único amigo de la infancia. Ahí, en el restaurante de Kev, éste preparará un platillo especial para Chiron y pondrá en la rockola una antigua canción de Barbara Lewis: Hello Stranger: “I’m so glad that you’re here again”. Es una muy hermosa secuencia, perfectamente construida y dirigida casi solo con miradas, silencios, posturas corporales, sentimientos contenidos, y una enorme empatía, paz y libertad interior. “Ahora soy yo. No trato de ser más que yo mismo”.

En los últimos segundos de la película vuelve el mar, la brisa, y los ojos enormes de Little que ahora nos miran a nosotros.

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