“El martirio del Beato Stanley Francis Rother nos llena de tristeza, pero también nos alegra ver la bondad, generosidad y valentía de un gran hombre de fe”, dijo en la Misa celebrada en el Cox Convention Center este sábado el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Amato, en representación del Papa Francisco.
Además, en su homilía el Purpurado dijo que el P. Rother “fue una luz auténtica para la Iglesia y el mundo” porque “no odió, sino amó, no destruyó, sino acumuló”.
“El Beato Stanley Rother se extiende a nosotros hoy para ser como él, testigos y misioneros del Evangelio. La sociedad necesita esta fuente de bien”, agregó.
It's Official! Here's the moment Cardinal Angelo Amato read @Pontifex's declaration of Blessed Fr. Stanley Rother. #Catholic #OKC #Oklahoma pic.twitter.com/dQhOz9jVMg
— Catholic News Agency (@cnalive) 23 de septiembre de 2017
La Misa a la que asistieron más de 20.000 personas fue celebrada por el Cardenal Amato, y concelebrada por el Arzobispo de Oklahoma, Mons. Paul S. Coakley, y su predecesor, Mons. Eusebius J. Beltrán, quien abrió formalmente la causa de beatificación del P. Rother hace 10 años.
Se estableció que el día de la fiesta del P. Rother será el 28 de julio, día en que le dispararon fatalmente en la cabeza.
Biografía
Stanley Francis Rother nació en un pequeño pueblo llamado Okarche, ubicado en el estado de Oklahoma, donde la religión, la educación y la granja eran los pilares de la sociedad.
De joven llevaba una vida sencilla y trabajaba en la granja familiar. Al estar rodeado de sacerdotes sintió el llamado de Dios y partió al seminario. Allí comenzaría la verdadera aventura de su vida.
En el seminario tuvo problemas con los estudios, a semejanza de San Juan María Vianney, el famoso Cura de Ars.
La autora de la biografía del P. Stanley, Maria Scaperlanda, dijo a ACI Prensa que “ambos eran hombres simples que sabían que tenían el llamado al sacerdocio y alguien tuvo que impulsarlos para que pudieran completar sus estudios. Después ellos llevaron la bondad, la simplicidad y un corazón generoso a todo lo que hacían”.
Mientras Stanley estaba en el seminario San Juan XXIII pidió a Iglesia en Estados Unidos que envíe ayuda y que establezca misiones en Centroamérica. En respuesta a ese llamado, la diócesis de Oklahoma y la diócesis de Tulsa fundaron una misión en Santiago Atitlán, una comunidad indígena muy pobre en Guatemala.
Unos años después de haberse ordenado, el P. Stanley aceptó la invitación de unirse a la misión. Ahí pasó los siguientes 13 años de su vida.
Cuando llegó, los mayas Tz´utujil comenzaron a llamarle “Padre Francisco”, por su segundo nombre Francis.
Por su parte, el P. Stanley se dio cuenta de que todo lo que aprendió en la granja de su familia le podría servir, ya que como sacerdote misionero no solo estaba llamado a celebrar la Misa, sino también a ayudar en el trabajo cotidiano de los campesinos.
“El P. Stanley tenía una disposición natural para compartir el trabajo con la gente, de compartir el pan con ellos y de celebrar la vida con ellos. Eso hizo que esta comunidad guatemalteca dijera ‘él era nuestro sacerdote’”, comentó Scaperlanda.
Entre los años 1980 y 1981 la violencia producida por la guerra civil alcanzó un punto insoportable. El mártir veía como sus amigos y parroquianos eran secuestrados o asesinados. Incluso su nombre estaba en la lista negra.
La carta que envió a su familia en su última Navidad expresó que no quería abandonar al pueblo y que si debía entregar la vida, lo haría.
En la madrugada del 28 de julio de 1981, una persona que fue conducida a punta de pistola hasta la habitación del “Padre Francisco”, lo despertó diciéndole que habían venido por él.
Lo esperaban tres hombres enmascarados conocidos como “ladinos”, que eran conocidos por masacrar a los indígenas y los campesinos pobres. Ahora querían “desaparecer” al P. Stanley. Él se resistió y luchó durante 15 minutos hasta que le dispararon dos veces. Así murió.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 6 de diciembre de 2016
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