“Estamos llamados a pensar, hablar y escribir del otro en un modo respetuoso, no sólo en su presencia, sino siempre y en todas partes, evitando críticas injustas o la difamación…”
Papa Francisco (Julio, 2013)
Fernando Díaz de Sandi Mora
La paz es hija primogénita del respeto. Nadie puede sentirse en paz si ha agredido en cualquier forma al otro: Lo que hacemos con otros, lo hacemos con nosotros mismos.
El respeto significa una valoración objetiva, honesta y exhaustiva del otro: Su manera de ser, pensar, actuar y creer, sin criticar, calumniar o hacer mofa de ello en ninguna forma. Respetar es la forma más auténtica de libertad.
Vivimos en un mundo irrespetuoso e irrespetado, una sociedad de “sálvese quien pueda”, todos quieren imponer su cosmovisión y, bajo el pretexto de una cultura de la libertad mal entendida, transgreden los límites, se agreden valores, principios, cultura, la esencia misma de la persona en varias formas; si bien el Maestro señalaba “Ámense los unos a los otros”, hoy en día parece que la regla que rige es “Fastídiense la vida los unos a los otros…”
Desde el seno familiar en donde no somos capaces de respetar el vínculo matrimonial, las promesas de fidelidad, el tiempo de los hijos, cuando no respetamos los gustos o aficiones del otro, cuando en el trabajo criticamos las formas de vestir de hablar, en fin, todo eso va conformando una forma irrespetada de convivencia que pisotea los derechos y la libertad del otro.
Esta falta de respeto se ha convertido en caldo de cultivo para la intolerancia: vivimos los unos contra los otros. La violencia exacerbada surge de este irrespeto total en el que convertimos en enemigo a todo aquel que mira hacia otro lado, aquel que nombra o reza a Dios de manera distinta, se pone de pretexto la libertad de expresión para agredirse de manera virtual, con seudo arte, con “piedras al aire”. Nos volvimos un mundo de cobardes, agresores de los derechos y garantías indefectibles del ser humano…
Hagamos del respeto una forma de vida, comenzando por el respeto personal, el respeto por las emociones, por las formas de hacer o decir las cosas sin pisar el terreno sagrado del otro y sus pensamientos, emociones e ideología. Es un único mundo para los casi 7,400 millones de personas que cohabitamos esta tierra: No hay un mundo para cada uno, somos la humanidad, los racionales, los pensantes. Aprendamos de la naturaleza que siempre respeta sus ciclos, el sol brilla en el día y la luna espera su turno paciente para la noche, las hojas del árbol esperan al otoño para permitir el cambio del follaje, el león no exige que todos rujan, en fin.
El respeto es el fruto de una auténtica libertad, un acto de amor por la vida misma, la propia, la del otro, la de todos. Todos somos uno…
Facebook/Fernando D´ Sandi
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