Y tú, ¿eres mala influencia para los demás?

Y tú, ¿eres mala influencia para los demás?

Por: Mónica MUÑOZ|

No sé si sólo es mi impresión, pero creo que actualmente estamos imbuidos en un ambiente extraño, donde abundan las terminologías que, por un lado, etiquetan a todo y a todos, y por otro, se esmeran en disculpar cuanta conducta o actitud eran tachadas de anormales en el pasado.

Porque hay que ver que hoy en día, que tanto se presume de libertad de expresión, ya no se puede decir en voz alta lo que mucha gente piensa, sin arriesgarse a ser llamado intolerante, adjetivo utilizado por aquellos que dicen estar a favor del respeto al pensamiento de los demás, siempre y cuando, piensen como ellos.

Es en este panorama, cuando me llega una pregunta a la cabeza.  Si, efectivamente, todo se puede hacer en este mundo, sin que nadie pueda opinar lo contrario, ¿cómo vamos a saber lo que es bueno y lo que no lo es, lo que está bien y lo que está mal?, ya no hay manera de distinguir esas conductas, pues, de acuerdo al pensamiento moderno, la persona que ose hacer alguna distinción, automáticamente será tildada de retrógrada y quién sabe cuántas cosas más.

Sin embargo, es obvio que existen conductas que son reprobables a los ojos de todos, incluso de los más liberales, por ejemplo, matar y robar.  Pero, ojo, de acuerdo a las circunstancias, puede ser que alguien pretenda justificar un asesinato, creyendo que tal persona merecía la muerte… mi cabeza no alcanza a comprender a quién se le puede ocurrir semejante aberración, sin embargo, existen quienes así actúan y a veces, hasta gozan con la muerte de un semejante. Entonces, ¿puede pensarse que esa persona está en su sano juicio?, ¿es posible que alguien que se alegra con el sufrimiento de los demás, pueda considerarse ser humano?

Aquí es donde entro al tema que motiva esta reflexión: si todo se vale en este mundo, pregunto a cada uno: ¿estás seguro de que eres una buena influencia para los demás? Hace muchos años, cuando era adolescente, tenía una amiga que no podía salir a la esquina si no llevaba chaperona. Por supuesto, me buscaba para que la acompañara y pudiera así, a escondidas de su mamá, ver a su novio.  ¿Quién era la mala influencia?

Parece que la respuesta es sencilla, no obstante, creo que las dos éramos mala influencia, la una para la otra, pues en mi caso, bien podía haber dicho que “no” a mi amiga, exhortándola a confiar en su madre para que le expusiera sus sentimientos y le pidiera permiso para ver al muchacho.  Algo que sólo pasa en los programas de televisión, porque en la realidad, en la edad de la punzada, ganan la complicidad y el deseo de aceptación, por lo que la lealtad a los amigos es el sentimiento que predomina sobre cualquier valor.  A la distancia, recuerdo y suspiro, mientras doy gracias a Dios por librarme de peligros que pudieron cambiar mi vida dramáticamente, por tomar decisiones sin meditar.  Puedo decir en mi favor, que la inmadurez y nuestra corta edad, atenuaron la responsabilidad de nuestros actos.

Ahora bien, ¿un adulto puede ser una mala influencia? Por supuesto que sí.  Un mal amigo o una mala amiga puede mal aconsejar a otro para irse de parranda, gastándose el dinero de la semana que corresponde a la manutención de su familia,  puede encaminar a otra persona para ser infiel a su cónyuge,  para tener sexo libre con cualquiera, pretendiendo que no pasa nada, para deshacerse de un embarazo por considerarlo un problema, para desobedecer a las autoridades, para cometer un delito, para romper la armonía familiar, para alejarlo de Dios.

Quien da un mal consejo, quien escandaliza con su mala conducta, por supuesto que puede considerarse una mala influencia, aunque el mundo entero opine lo contrario.

Es tiempo de que reconsideremos qué es lo que motiva nuestros actos, si creemos que el mal que hacemos quedará en el olvido, estamos muy equivocados.  Una frase que retrata perfectamente el daño que puede causarse con la mala conducta aparece en los medios de comunicación, como si fuera una gracia: “lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas”, no por nada se le conoce como la ciudad del pecado.  Por supuesto que es el sueño dorado del malvado. Les tengo malas noticias: lo que pasa en donde sea, si es malo, tiene consecuencias y tarde o temprano sale a la luz.

Por eso, pensemos antes de actuar.  Si lo que vamos a hacer no traerá ningún beneficio, abstengámonos de hacerlo.  Y por favor, no arrastremos a otros al mal. Meditemos si con nuestra manera de vivir somos para nuestros semejantes una mala influencia y cambiemos el rumbo. Seamos responsables con nuestra vida y la de los demás.

 

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