Sonia Gabriela Ceja Ramírez
María de la Concepción Loreto Antonia Cabrera Arias Lacavex Rivera fue una laica católica seglar, esposa y madre de familia mexicana, fundadora de las Obras de la Cruz, que con su testimonio de vida y sus obras se ganó la simpatía y respeto de sus contemporáneos y cuyo legado sigue rindiendo frutos mediante la espiritualidad de la Cruz.
En entrevista, el padre Eduardo Ramos Pons, MSpS, y Superior Provincial de los Misioneros del Espíritu Santo en Guadalajara, comparte parte de su vida y obra.
“El 14 de enero de 1894, pide a su director espiritual le conceda el permiso para grabar en su pecho el nombre de Jesús –explica el padre provincial-. Cuando ella visitaba las haciendas veía como marcaban al ganado mediante el hierro candente con las siglas del dueño y a ella le surgió el deseo de expresar así su pertenencia a Jesús.
“El director espiritual con mucha prudencia no se lo permitía, probándola en obediencia, hasta que finalmente le da el permiso y en esa fecha se graba ella el monograma de Jesús. Primero cortando con una navaja y luego cauterizando con hierro a fuego, derribada en el piso, lo único que atinaba a decir era ‘Jesús, salvador de los hombres, sálvalos’. Conchita hizo un acto de amor y de descentramiento, no pensó en ella, ni siquiera en los suyos.
Los amores de Jesús
“Pasado el tiempo, Jesús le va a ir revelando su verdadera misión en la Iglesia y le dice: tú serás eco de mis amores. El amor más grande de Jesús es el amor a su Padre Dios, su deseo infinito de glorificar al Padre, de que brille el plan amoroso de Dios; que haya paz, justicia, verdad. El otro amor de Jesús es su amor humilde a la humanidad.
“Lo que conocemos nosotros como la gracia central en todo el itinerario espiritual de Conchita es la gracia de la encarnación mística.
“La única encarnación real, histórica, que se ha dado del verbo de Dios fue en el santísimo seno virginal de la Virgen María, pero Jesús le revela a Conchita el plan de Dios Padre de que ella, a imitación de la Santísima Virgen María, prolongue en la historia esa presencia de Jesús. Encarnación mística significa engendrar a Jesús en otros; darlo a luz, que Jesús sea conocido, que sea amado, que sea seguido.
Su papel como madre
y esposa
Conchita fue una buena madre de familia, pues “eso es otro criterio de verificación de la santidad”, apunta el padre Eduardo Ramos Pons, quien añade que “la santidad jamás nos separa de nuestras responsabilidades históricas. Dice la Iglesia, de nuestros deberes de estado. No se puede ser ‘farol de la calle y oscuridad de la casa’. Desde en vida de Pancho ella dice: ‘a mí nunca me estorbó el amor de mi esposo para amar a Dios. Nunca me alejó de la Eucaristía’.
“Cuando queda viuda, tiene un paquetote: sacar adelante a sus hijos, pero ella con mucho tesón los fue acompañando y formando.
“Contaba con cierto fondo patrimonial porque su esposo fue también un hombre muy trabajador. Conchita, con su hijo mayor Francisco, fundaron la Casa Armida, en la Ciudad de México que se dedicaba a la tipografía, máquinas de escribir, y que hasta la fecha existe, gracias a eso logró sacar adelante a sus hijos en la parte económica.
“Ella, según sus palabras, llevó tres vidas: su vida espiritual y mística, su vida de familia, y la de las obras, en lo que se refiere al apostolado, a colaborar dentro de la Iglesia al servicio de la humanidad.
“Sacó adelante a todos sus hijos, uno de ellos fue sacerdote jesuita, su hijo Manuel, quien como parte de sus votos prometió nunca más volver a ver a su mamá. Otra de sus hijas fue religiosa de una de las congregaciones fundadas por Conchita, Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús, es una congregación contemplativa que especialmente ofrecen su vida, oración y sacrificio en favor de los sacerdotes. Otros hijos se casaron y otros fallecieron”.
Su cuenta de conciencia
El padre Eduardo Ramos añadió que la vida de oración de Conchita está consignada en sus escritos, “gracias a la feliz iniciativa de su director espiritual que le pidió que pusiera por escrito los movimientos en su interior, que diera cuenta de lo que sucedía en su alma, por eso se llama cuenta de conciencia”.
“Ahí tenemos páginas extraordinarias de altísima teología. Ella estudió hasta segundo año de primaria, por cuestión de la persecución religiosa y sin embargo no le pide nada a otros escritos teológicos. Es sorprendente como Dios nos da lecciones a través de los sencillos”.
Resaltando la figura
del Espíritu Santo
“En la vida de las obras, se interesó por la Iglesia que vivía una sangría por la persecución religiosa, por un lado, pero también la degradación moral que un sector del clero tenía. Estamos hablando de finales del siglo XIX y principios del XX, entonces la mujer era puesta en un segundo plano, y qué sorprendente que una mujer laica fuera el instrumento de Dios para renovar también a la Iglesia desde adentro, porque a veces la tentación es querer cambiar a la Iglesia desde fuera o creerse más que la Iglesia. Conchita lo hace desde dentro guiada por el Espíritu Santo.
“Por ejemplo, Conchita y el padre Félix de Jesús Rougier, fundadores de los Misioneros del Espíritu Santo, pidieron a los Obispos que México fuera consagrado al Espíritu Santo y los Obispos lo concedieron, siendo nuestro país el primero en ser consagrado al Espíritu Santo.
“Después le solicitaron al Papa que el mundo entero fuera consagrado al Espíritu Santo, no les tocó verlo en vida, pero en 1975, en el Año Jubilar que declaró Paulo VI consagró todo el mundo al Espíritu Santo.
“No es poca cosa porque el Espíritu Santo viene a actuar en medio de lo difícil, de lo oscuro, de lo adverso y del caos, y entonces pedir al Espíritu Santo que nos vivifique, que nos recuerde lo que dijo Jesús, lo que nos enseñó”.
Conchita habría sido declarada venerable por el Papa, hoy santo, Juan Pablo II, el 20 de diciembre de 1999, y casi dos décadas después, alcanza el grado de beata, peldaño anterior a ser declarada santa para la Iglesia Universal.
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