Apreciables hermanas y hermanos:
Si nos fijamos en la relación que ha tenido Cristo con cada uno de nosotros, en nuestra vida, no podemos menos que reconocerlo y llamarlo con toda verdad nuestro buen pastor.
Jesús nos conoce a cada quien, nos congrega, nos alimenta, nos conduce, y si nosotros, haciendo mal uso de nuestra libertad, nos perdemos, nos separamos, Él nos busca, nos espera, y cuando decidimos volver, nos acoge y cura todas nuestras heridas y males. Por eso, podemos decir con el salmista: “El Señor es mi pastor, nada me puede faltar” (Sal 23). En efecto, Jesús es nuestro único y verdadero pastor.
Jesús, como buen pastor que es, sabe cuando están cansados, y los invita a descansar, porque vela por el cuidado de sus ovejas. Él se conmueve de las multitudes, cuando las ve como ovejas sin pastor. Después de verlos así, quiere enseñarles, darles respuesta a todas sus inquietudes, temores y necesidades. Se pone a atender a cada uno que se lo pide.
El Señor es nuestro buen pastor, está al tanto de lo que nos pasa, de lo que nos hace sufrir, de lo que nos hace llorar, y nos mira con compasión y pone lo necesario para que podamos encontrar en Él, nuestro reposo.
Estamos en tiempo de vacaciones. Ojalá que las familias cristianas puedan encontrar, en estos días, un remanso, un descanso en Jesús, que tengan tiempo para escuchar más su Palabra, que tengan tiempo para la oración, y decirle lo que piensan, lo que temen, lo que les alegra, lo que les entristece, lo que les falta. ¡Que tengan tiempo para el Señor!
Además, que los padres de familia cristianos puedan impulsar a que sus hijos estudien el Catecismo, para que afiancen su fe en Jesús. Es decir, que aprovechemos el tiempo de vacaciones para descansar en Jesús, y para descansar en la comunidad de la familia, en la comunidad de los creyentes, de los hermanos.
Que aprovechemos las vacaciones para alimentarnos espiritualmente porque, a veces, el ritmo de la vida cotidiana no nos lo permite, no porque no queramos, ni seamos conscientes, sino porque no alcanzamos a hacer todo. Las vacaciones nos ofrecen un margen para aprovechar un tiempo con Jesús.
No olvidemos que el Señor quiso compartir con nosotros su misión. Luego de cumplirla, volvamos a Jesús, descansemos en Él, escuchémoslo a Él, aprendamos de Él y aceptemos participar de su misión. El cristiano es el discípulo que Jesús envía, que vuelve, después de la misión, a Jesús, para compartir lo que vivió, y vuelve a encontrar en Él, la fuerza, la gracia, para seguir con la misión.
No hay misión cristiana, no hay misión de la Iglesia si no parte de Jesús y si no vuelve a Él, porque la misión es de Él. El misionero por excelencia es Cristo. No podemos anunciar lo que se nos ocurra, sino lo que el Señor quiere.
Volvamos a Él para fortalecernos, para renovarnos y volver a salir a la tarea que nos encomienda.
Yo les bendigo en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Yo les bendigo en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
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