Pbro. José Marcos Castellón Pérez
El monarquianismo pretendía erróneamente salvar dos grandes verdades de la fe cristiana: Dios uno y la divinidad de Jesucristo, ésta puesta en tela de juicio por el adopcionismo y algunas sectas judaizantes. Para los primeros pensadores cristianos resultaba difícil compaginar ambas verdades, pues ¿Cómo creer Dios que es uno y único, cuando se reconoce a Jesucristo como verdadero Dios?
Noeto de Esmirna, respondía a esta pregunta de forma muy simple: si Cristo es Dios y sólo hay un solo Dios, entonces el único Dios tiene diversas formas o modalidades de ser, es decir, tiene la forma o el modo de ser Padre y el modo de ser Hijo. El Padre, en la modalidad de Hijo, se encarnó en el seno virginal de María; es el Padre, en esa misma modalidad, el que murió en la cruz. Por estas afirmaciones también se conocía a esta falsa doctrina con el nombre, además de monarquianistas, de modalistas, patripasianos, hypátores (hijo-padre) y sabelianos.
En Esmirna pronto se dieron cuenta de la falsedad del monarquianismo y expulsaron a Noeto, pero la doctrina comenzó a propagarse por Roma, gracia a un tal Práxeas, oriundo de Asia y que había sufrido en carne propia en las persecuciones, por lo que se denominaba “confesor” de la fe cristiana. Por esta razón, llegando a la Urbe en el 190 d.C, comenzó a propagar con gran aceptación la herejía. Otros personajes que difundieron estos errores fueron Epígono, Cleomenes y, especialmente, Sabelio, quien se convirtió en el líder de la secta. Él completó lo que le faltaba a Noeto, pues enseñaba que también el Espíritu Santo es una forma o rostro de ser Dios; de modo que Dios tendría tres modos diferentes de ser, conforme a su actuación exterior: sería Padre en la creación, Hijo en la encarnación y Espíritu Santo en la santificación de los fieles. Podríamos decir que solamente se diferenciarían en el modo en el que se revela y les llamamos, pero que se trata de un único Dios unipersonal, como se podría diferenciar el agua líquida del vapor o del hielo, pues son lo mismo en distinto estado.
Hipólito de Roma, por defender la fe cristiana, atacó con tal vehemencia el monarquianismo que calló en la enemistad con el Papa Ceferino y después con el Papa Calixto, a los que calificó de participar en la herejía, por no condenar con prontitud la falsa doctrina. Por fin, el Papa Calixto excomulgó a Sabelio y la doctrina del monarquianismo.
Hoy, algunas sectas pentecostales, en especial la “Iglesia Pentecostal Unida”, niegan el misterio de la Trinidad por considerar que no se encuentra como tal en la Biblia. Ellos afirman en su credo que: “Dios tomó sobre sí mismo la forma de hombre… Este solo Dios verdadero se manifestó en carne”, de modo que para ellos existe un solo Dios unipersonal, que se manifiesta a los hombres de distintas formas. El gran peligro es querer domesticar el misterio de Dios a la lógica humana.
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