Antes de ayer, un comentarista me escribía:
Señor Fortea, me resultaría interesante un análisis sobre la noticia de ayer sobre la Iglesia Ortodoxa de Ucrania que se ha cismado de Rusia. ¡Hay acercamiento desde Constantinopla hacia Roma!
Es un tema sobre el que no he dicho ni una sola palabra desde que surgió este asunto desde hace ya mucho. Es una cuestión sobre la que primero habría que conocer la cuestión canónica. Me refiero a la cuestión canónica en las iglesias ortodoxas. Y no creo que el tema sea sencillo. Aquí no voy a meterme en esto, porque daría para varios posts densos, de esos que no os gustan mucho. Voy directamente a la síntesis.
A la cuestión canónica se une el hecho de que se convocó un concilio panortodoxo y el Patriarcado de Moscú boicoteó la asistencia suya y de más obispos. Ese concilio podría haber intentado, sin éxito, resolver esto. Pero da la sensación de que el patriarca de Moscú no quiso arriesgarse a una votación negativa que moralmente hubiera ofrecido la sensación de obligarle. Es más, si se hubiera presentado al concilio, se hubiera arriesgado a que se hubiera planteado, además, la cuestión de la preeminencia en el mundo ortodoxo. Es evidente que el patriarcado de Moscú ha mostrado, en lo eclesiástico, una política expansiva.
Como jugada eclesiástica, era mejor no asistir y más adelante hacer lo que ha hecho, romper la comunión con el patriarca de Constantinopla. De otra manera, hubiera perdido su jurisdicción sobre la iglesia ucraniana y su autoridad hubiera sufrido un declive entre otros obispos del segundo círculo concéntrico donde ejerce su indudable influencia. En el primer círculo, los obispos rusos, su influencia es férrea.
Por último, hay una tercera cuestión, la del sentido común. Es decir, más allá de lo canónico y de lo que se decida en un concilio, está el sentido común. Resulta para muchos lacerante el hecho de que los obispos ucranianos ortodoxos los nombre Moscú, cuando en lo político es bien sabida la relación que ha existido y existe entre el Kremlin y Kiev. Era una situación que merecía una solución. Es como si los obispos de Estados Unidos los hubiera nombrado un arzobispo de La Habana que estuviera sometido al régimen de Castro.
Como se ve, el tema era complejo por los intereses personales. Sencillo si lo que se busca es el bien de las almas y ya está. Complicado si uno no quiere ceder. Este tema es más complejo todavía si añadiera datos acerca de cómo está situación de los obispos ortodoxos situados entre la autoridad de los grandes patriarcas. Pero no quiero alargar este post.
A esto hay que añadir que el patriarca de Constantinopla es una persona bien formada en lo teológico (estudió en Alemania) y es un hombre sencillo que tiene un corazón paternal. Dicho de otra manera, en términos generales, si hay un conflicto en el mundo ortodoxo, me fío del criterio de Bartolomé. Y de otras cosas me callo, porque, sean como sean, estamos hablando de obispos, aunque sean de iglesia no en comunión con la Iglesia Católica. Pero, al fin y al cabo, son personas sagradas. Mi respeto al episcopado incluye también a los obispos ortodoxos.
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