“Las tierras de la Baja California verían nacer un 24 de enero de 1964, la nueva Diócesis mediante la promulgación canónica por el entonces Papa Pablo VI”
Pastoral de la Comunicación.-En este Quincuagésimo Quinto Aniversario de nuestra Diócesis, hoy Arquidiócesis, las páginas de su historia, su memoria y el fraguar de su paso desde la llegada de los primeros misioneros, nos dirigen a elevar con palabras de S. Juan Pablo II en la travesía del Milenio pasado, una evocación de “gratuidad al pasado, pasión al presente y esperanza al futuro” con la mirada luminosa que se esparce en el surco entrañable de la misión de nuestra Iglesia de Tijuana.
Por ello, repasar algunas páginas memorables en el peregrinar de nuestra Arquidiócesis nos ofrece la memoria viva de una identidad que nos alienta más allá de la nostalgia de un ocaso. En aquel remoto 19 de octubre de 1697 se gestaba la historia de la Iglesia Católica en Baja California cuando dos misioneros jesuitas Juan María de Salvatierra y Francisco Píccolo, desembarcaban en una playa conocida como San Dionisio, en la península de Baja California sur bañada por mar y desierto, sería ahí donde improvisarían una capilla, colocando ahí el mismo árbol de la cruz y la imagen de la venerada Virgen de Loreto, asentando así, la primera piedra del camino de Fe en las tierras bajacalifornianas.
En 1855, el papa Pio IX (noveno) erigió el Vicariato Apostólico de Baja California con sede en La Paz, B.C. Habrían pasado ocho décadas y para el año de 1939, el Papa Pío XII confió a los Misioneros del espíritu santo el Vicariato de la Baja California quienes también se encargaron de hacer florecer el seminario, que se llamaba entonces “Seminario misional de nuestra señora de la Paz”.
Un camino fraguado por una centuria desde aquella semilla misionera daría origen así a la Promulgación dada por el Papa Pablo VI de establecer la erección canónica de la Diócesis de Tijuana el 24 de enero de 1964. Lo que refería que la Diócesis de Tijuana era el fruto de la trasformación de una iglesia misional en una diocesana, en Baja California y que con ella abrazaba a su primer Obispo al Excmo. Sr. Mons. Alfredo Galindo y Mendoza hasta 1970, año en que fuera nombrado en esta Jurisdicción eclesiástica, Monseñor Juan Jesús Posadas y Ocampo, quien permaneció en Tijuana hasta 1982, (cuando fue nombrado Obispo de Cuernavaca) y en 1987, Arzobispo de Guadalajara, ciudad donde perdiera la vida un 23 de mayo de 1993.
Para 1983 llegó a Tijuana el que fuera el III Obispo de esta Iglesia, el Excmo. Sr. Dn. Emilio C. Berlié Belaunzarán, quien permanecería hasta 1995, cuando fue designado Arzobispo Metropolitano de Yucatán. En ese mismo año tomaría posesión un 24 de febrero de 1995 el Excmo. Sr. Arz. Dn. Rafael Romo Muñoz IV Obispo y posteriormente nombrado I Arzobispo de esta Iglesia hasta el año 2016. Durante su ministerio episcopal nació la Diócesis de Ensenada y la elevación de Arquidiócesis de esta Iglesia de Tijuana que en el Año Jubilar del 2014 celebraría sus bodas de oro. Así, en comunión y bajo el lema “Unidos en la Misericordia” la Iglesia con rostro de migrante recibiría el 11 de agosto 2016 junto a la línea fronteriza de estas tierras a su V Obispo y II Arzobispo Metropolitano, su Excelencia Mons. Dn. Francisco Moreno Barrón quien actualmente preside como Padre y Pastor esta Iglesia de Tijuana.
Que en el marco de este caminar histórico y de gratuidad a la memoria de nuestras raíces eclesiales, evoquemos la plegaría del Papa emérito Benedicto XVI en su peregrinar a la Casa de la Virgen de Loreto: “María, Virgen de Loreto, puerta del cielo, ayúdanos a elevar nuestra mirada a las alturas. Queremos ver a Jesús, hablar con él y anunciar a todos su amor. Estrella de la mañana, háblanos de él y descríbenos tu camino para seguirlo por la senda de la fe”.
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