Sofía Lobos - Ciudad de Panamá
Finalmente «¡Sí se pudo!». Panamá cumplió su sueño de ser la sede de la Jornada Mundial de la Juventud 2019 que recibió a cientos de miles de jóvenes de 140 países y estuvo marcada por varios rasgos particulares que han hecho de esta 34° JMJ, una edición muy particular: única en sus características como única es la geografía del itsmo panameño.
Panamá: "puente de fe"
Por su situación geográfica, Panamá es desde hace años un punto de encuentro entre océanos, pueblos, culturas. De ahí el hecho de que su naturaleza de "ser puente entre naciones", se haya convertido en "puente de fe" para conectar a la juventud del mundo con el Papa Francisco.
Ha sido una Jornada Mundial diferente a todas las anteriores: en esta ocasión la mayoría de los que participaron eran jóvenes procedentes de Centro y Sur América, por tanto el español fue la lengua predominante y el Papa dio rienda suelta a su espontaneidad en varios de sus mensajes y discursos. La sintonía entre ellos "flotaba en el ambiente".
Jóvenes con una gran madurez espiritual
La realidad de tensión política, económica y social que viven muchos de estos peregrinos en sus países de origen hace que tengan una madurez espiritual muy consolidada, que se vio reflejada claramente en la devoción, el respeto y la atención con la que participaron en cada actividad del programa, así como en los momentos en los que interactuaron con Francisco.
Los chicos hablaron abiertamente con el Sucesor de Pedro sobre los problemas del mundo demostrando que no viven anestesiados en una realidad paralela sino que son plenamente conscientes de lo que ocurre en las diversas sociedades.
Una JMJ sin masificación
El hecho de que no fue un evento extremadamente masificado como ha ocurrido en otras ediciones de la JMJ, permitió que los jóvenes pudieran moverse con bastante facilidad para realizar sus respectivos programas de catequesis, eventos artísticos, misas y confesiones; a pesar del caótico tráfico que bloquea las calles panameñas en horas punta y de las largas filas de peregrinos que circulaban por todas partes.
El domingo 27 de enero, tras finalizar la Misa de envío en Metro Park y anunciar que la próxima sede de la JMJ 2022 será Portugal, el Pontífice llegó al estadio Rommel Fernández, la sede del fútbol panameño, donde lo esperaban alrededor de 15.000 voluntarios. La misión del Papa era agradecerles por el trabajo realizado y animarlos a salir adelante con "fuerza y coraje".
Antes de partir de regreso a Roma, el Santo Padre dedicó unas palabras de aliento resaltando la valentía de los voluntarios, quienes a pesar de sus dificultades no se detuvieron en su entrega: "Que nuestros límites y debilidades no nos paralicen", dijo.
Un corazón palpitante por la misión
"Ustedes ahora saben cómo palpita el corazón cuando se vive una misión, y no porque alguien se los contó, sino porque lo vivieron. Tocaron con su propia vida que no hay amor más grande que dar la vida por los amigos", añadió Francisco afirmando que todos ellos han sido parte vital en la organización de este evento; aportando sus talentos, energía y vitalidad.
Por su parte, un grupo de chicos y chicas contaron al Papa cómo habían cumplido el sueño de participar en la JMJ.
El encuentro con el Sucesor de Pedro
"¡Sí se pudo. Sí se pudo!", coreaban todos los presentes ante la sonrisa conmovida del Santo Padre.
¡Y sí que se pudo! La Iglesia en Panamá, un país pequeño pero capaz de conectar el mundo, se atrevió a soñar con ser sede de una Jornada Mundial y finalmente con esfuerzo y oración, lo consiguió.
Vatican News participó en este evento y entrevistó a algunos voluntarios que compartieron sus experienzas llenos de alegría: una emoción que permanecerá siempre en el recuerdo de aquellos que peregrinaron hasta Panamá para encontrarse con el Sucesor de Pedro.
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