Lo que fue volverá a ser, estoy tranquilo


Ayer entrevistaron al papa en La Sexta. No he visto el programa. Lo tengo grabado, pero siento una pereza épica en ponerme a verlo. Que nadie lo entienda esto como una crítica ni al papa ni a sus antecesores, ni al entrevistador (Jordi Evole) y a los que le precedieron.
Hubiera sentido el mismo tedio presbiteral por ver el programa si hubieran entrevistado a Benedicto XVI o a Juan Pablo II. Exactamente igual si hubieran entrevistado al cardenal Osoro o a su predecesor Rouco.
Sin duda sentiría más interés por ver una entrevista del papa Anacleto o del papa Evaristo que nos dejó tristemente en el año 107, evidentemente de nuestra era. Ya no digo nada si entrevistaran a Julio II. Con el papa Borgia, hasta cogería palomitas para no perderme ni los anuncios. Me viene a la memoria la cita de Orson Welles de ese post titulado “Hoy un post visual”.
Esta desgana por las entrevistas cardenalicias o pontificias se debe o a alguna rémora subconsciente o, tal vez, a que no me gustan las historias previsibles. Hasta el Libro de Proverbios es más imprevisible que este tipo de programas.
Si entrevistaran al Young Pope, eso tendría más interés para mí y para todos. Pero Sorrentino cayó en el exceso en esa serie. Perdió la oportunidad de hacer verdadero arte, para dedicarse al entretenimiento con un barniz de falsa profundidad.
Alguien pensará que interiormente estoy diciéndome: “Si yo hubiera sido papa, hubiera concedido una magnífica entrevista”. Pues os contesto con un programa sobre Carmen Barcells (la gran representante de autores hasta que murió hace pocos años) que sí que vi ayer. Esta mujer, lo repito: “la gran representante”, le dijo a Umberto Eco: Cada vez que no te veo en televisión, me pareces más inteligente.
No, no, yo no pienso que haría las cosas mejor. De hecho, cada vez estoy más sinceramente convencido, de que puedo hacer las cosas peor. Es decir, que tengo capacidad para poder hacer peor lo que ya hago. Nunca he pensado que no ocupo el lugar que debería en el universo, porque ni siquiera estoy seguro de que el universo ocupe el lugar que debe en la gama de universos posibles. Esto último es una broma: ¡El universo ocupa el lugar perfecto en la lista tridimensional (y, en realidad, más que tridimensional) de los universos posibles! Esta frase merecería algún signo admirativo más, los pongo ahora: ¡¡¡*!!!
El universo ocupa su lugar, el lugar preciso que debe ocupar. Lo que no estoy seguro es de que lo ocupe ese asterisco entre signos de admiración. El asterisco no me preocupa, lo que me ocupa mi interés es que los candidatos a obispos sí que sean emplazados en los lugares eclesiásticos que deben ocupar; puede que eso se deba a mi afición al ajedrez: cada pieza debe estar en su sitio. Ante eso, el asterisco precedente y su lugar en el cosmos, tal vez, sea la menor de mis preocupaciones.

Post Data: Se ha publicado Summa D. en rumano en ese laborioso país de los Balcanes.

Un comentario: José Antonio, post como el de hoy son los que te hacen realmente grande.
Fe de erratas: ¿Y cómo sé que ese comentario, en realidad, no lo he escrito yo mismo?

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