Del Gólgota a la profecía
Eleonora, Susan, Renate. Detrás de estos tres nombres ficticios se esconden -quizás sería mejor decir: se revelan- tres personas reales, tres historias tremendamente verdaderas, tres dolores profundos que, gracias a la fuerza de las víctimas, después de años de sufrimiento han surgido rasgando el velo del silencio. Tres mujeres pertenecientes a diferentes asociaciones católicas de fieles, que allí donde creían que podían encontrar y vivir la salvación, fueron víctimas de abusos de poder, de conciencia y sexual. "En estas experiencias de abuso -explica una de ellas- puedo decir que algo del orden de la muerte se ha sembrado en mi alma y en toda mi persona".
La confrontación con esta trágica realidad, marcó con su cruda y dura concreción, el encuentro anual del Dicasterio para los laicos, la familia y la vida con las asociaciones y movimientos eclesiales, que tuvo lugar el pasado 13 de junio en la Curia General de los Jesuitas. De hecho, el Dicasterio, dijo el Cardenal Prefecto Kevin Farrell, en consonancia con su papel de vigilancia y acompañamiento, se ha convertido en "intérprete de la preocupación y urgencia según la cual el Santo Padre, el Papa Francisco, nos pide que actuemos, en todos los contextos sociales y eclesiales, saliendo a la luz, mirando la realidad de manera honesta, llamándola por su nombre con parresía, procediendo a la purificación necesaria y disponiendo la prevención adecuada".
Prevención de los abusos
Y por eso ha convocado a más de un centenar de moderadores, responsables y delegados de los movimientos eclesiales y de las asociaciones internacionales reconocidas por la Santa Sede para reflexionar sobre el tema: "La prevención de los abusos sexuales: el compromiso de las asociaciones y movimientos eclesiales". El tema, subrayó el cardenal al comienzo de la obra, "asume un desafío que la Iglesia y la sociedad civil, en todas partes del mundo, tienen que afrontar".
Sobre todo - explicó el Cardenal Farrell- son fundamentales el ejercicio de la verdad, el conocimiento y la conciencia de "un crimen históricamente extendido en todas las culturas y sociedades", y el deseo de superar la peligrosa tentación de la subestimación. "Sólo enfrentándose a este fenómeno, estudiándolo, se produce un cambio de mentalidad y de sensibilidad en la opinión pública": de hecho, "hasta hace poco se consideraba un tabú y aún hoy lo es para muchas personas, para muchos católicos, hombres y mujeres de la Iglesia". Un tabú que, en la Iglesia, "hizo conocer a muchos" pero "nadie habló". Y así, explicó el prefecto, se añadieron el dolor y el dolor y la injusticia y la injusticia: "Hubo un doble abuso: a los abusos perpetrados se añadió, de hecho, un silencio que, inevitablemente, se convirtió en cómplice de los crímenes y les permitió multiplicarse sin ser molestados". Tanto es así que los mismos datos estadísticos no pueden restaurar el alcance real del fenómeno, sino que son sólo "la punta de un iceberg".
Sobre todo hay que recordar, añadió el cardenal, que detrás de los números y las tablas que describen el fenómeno hay personas: "las personas implicadas, las víctimas y sus abusadores, tienen un nombre y un apellido, un rostro, una historia personal y familiar, social y eclesial, tienen heridas impresas en la mente, en el corazón, en la carne.
Cultivar formación humana, moral y espiritual
Con ocasión de este encuentro anual, el cardenal ha querido implicar directamente a las realidades convocadas, recordándoles que la plaga del abuso sexual no escatima a las asociaciones de fieles y a los movimientos eclesiales e invitándoles a hacerse cargo de la corresponsabilidad eclesial que les corresponde y que les envía a ser protagonistas y testigos de "esa conversión necesaria, que no distraiga la mirada, sino que afronte y prevenga estos graves crímenes que son abuso sexual".
Y dio indicaciones precisas: "Ante todo, tenéis que purificar las relaciones que vivís entre vosotros, así como con los destinatarios de vuestro compromiso evangelizador". Es necesario entonces establecer "relaciones sanas en ambientes sanos, en los que será difícil que la dominación, la subyugación, la dependencia, la violación de la libertad, la violación de la conciencia, el abuso de poder, el abuso sexual se introduzcan a hurtadillas". Finalmente, es necesario "cultivar la necesaria formación humana, moral, intelectual y espiritual".
El Prefecto se quejó de que se habían recibido respuestas insatisfactorias de asociaciones y movimientos a la carta del Departamento que, en mayo de 2018, pedía que se elaboraran normas y procedimientos para la protección de los menores y las personas vulnerables, e instó a los presentes: "Es necesario que os equipéis adecuadamente y que, sin perder tiempo, asumáis las responsabilidades que os corresponden, dando cuenta de lo que se os ha confiado, sin apartar la mirada de las heridas infligidas al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia en nuestros hermanos y hermanas, cuidando de los heridos y trabajando para que no se produzcan más abusos".
La conciencia de la responsabilidad compartida, como miembros del cuerpo de la Iglesia, en virtud del bautismo y del compromiso propio de los movimientos eclesiales, caracterizó la intervención de Linda Ghisoni, subsecretaria del Departamento. Fue en sus palabras que los testimonios de Eleonora, Susan y Renate encontraron espacio, de donde surgió claramente la estrecha interconexión entre los abusos de poder, conciencia y sexualidad.
Actitud de escucha a las víctimas
Ghisoni recordó en primer lugar el encuentro celebrado el pasado mes de febrero en el Vaticano y dedicado a la protección de los menores en la Iglesia: una ocasión importante para fomentar una conciencia que, desgraciadamente, sigue siendo insuficiente y que nos hace reflexionar. "¿Con qué valor -dijo- una víctima, que tiene mil dudas antes de hablar, se dirigirá a los hombres de la Iglesia que niegan a priori?
El método para abordar el problema es el indicado en esa ocasión y parte necesariamente de una actitud de escucha de las víctimas. Escuchar a las víctimas nos permite superar el enfoque "respetuoso" que tiende a considerar sólo el "fenómeno" y olvida la vida concreta de las personas.
Y como ocurrió en la reunión de febrero, la confrontación directa con las palabras de las víctimas ha sacudido las conciencias. El subsecretario compartió con los presentes las confidencias de las víctimas, las "manipulaciones psicológicas-espirituales" a las que fueron sometidas por algunos sacerdotes con el fin de imponerles violencia. El pasaje en el que Eleonora explica: "Me repitió que lo hacía sólo por mi propio bien..." era escalofriante.
Responsabilidad eclesial compartida
Ghisoni invocó entonces la necesaria distinción entre la esfera de la conciencia y la esfera del gobierno en las agregaciones eclesiales, ilustrando los riesgos que acechan en las relaciones que no son libres debido a contextos superestructurados o subestructurados. Refiriéndose a las víctimas citadas, concluyó: "Eleonora, Susan, Renate: son mujeres de tres asociaciones diferentes de fieles. Mujeres que, como todas las víctimas de abusos de poder, de conciencia y de sexualidad, han vivido en el Gólgota, a veces durante años, un Gólgota no a la intemperie, sino encerrado en cuatro paredes, a menudo a oscuras, consumido por el chantaje, para comprar su silencio que les ha impregnado de sentimientos de culpa. Los abusos los han clavado en una cruz que nadie podía ver, precisamente porque fue levantada en un Gólgota secreto. Y a veces incluso los terceros que conocían o imaginaban eran a su vez víctimas o cómplices, elevando así al sistema los abusos físicos, morales, psicológicos, espirituales. Descubramos este oscuro Gólgota. El Dicasterio está a vuestro lado para aconsejaros y apoyaros en esta responsabilidad eclesial compartida".
Reto educativo de una prevención adecuada
Por la tarde, el jesuita Hans Zollner, presidente del Centro de Protección de la Infancia de la Pontificia Universidad Gregoriana, exhortó a los presentes a asumir el reto educativo de una prevención adecuada, que proteja a los más jóvenes y vulnerables evitando los delitos de abuso sexual. Hablando de la "condición sistémica" que se apodera de nuestras sociedades, una condición que no puede ser ignorada y que pone a la Iglesia bajo escrutinio, Zollner también insistió en no repetir errores ya cometidos por otros, como sucede a veces: instó, por lo tanto, a aprender los unos de los otros, aprovechando los caminos de los otros, tanto en la prevención de abusos de todo tipo, como en la atención adecuada a los ya cometidos.
No faltaron los testimonios valientes y muy apreciados de dos responsables de dos asociaciones de fieles que tuvieron que hacer frente a casos de abusos sexuales en su interior.
La jornada fue moderada por Don Giovanni Buontempo, responsable del Departamento de Relaciones con los Movimientos y Asociaciones, quien instó a los presentes a sentirse parte activa en el proceso de sensibilización que debe implicar a todas las personas de los fieles, aprovechando sobre todo la red de relaciones entre grupos y familias que se establece en el seno de los movimientos, con el fin de informar, formar y prevenir.
En la sesión de clausura, el Cardenal Farrell dirigió a los presentes una sincera llamada a actuar responsablemente, dotándose de todos los medios, según lo solicitado e indicado por el Dicasterio a través de la circular correspondiente de mayo de 2018, para reconocer los abusos, combatirlos y prevenirlos, aprovechando el potencial formativo que es tarea propia de las asociaciones y movimientos eclesiales.
El Prefecto aseguró a los presentes: "La Santa Sede os acompaña, está a vuestro lado en esta renovada llamada a la profecía, para que en las familias, en la sociedad, en los lugares de recreo, en los contextos eclesiales, ya no tengan que escabullirse y menos aún encubrir comportamientos abusivos de cualquier tipo y establecer relaciones auténticamente evangélicas. Para hacer frente a este reto educativo, no podemos contentarnos con buenas intenciones. Es necesario que cada una de vuestras asociaciones reconocidas por la Santa Sede prepare los instrumentos necesarios, forme personas idóneas y competentes, cree una oficina especial, que se dará a conocer a todos y de la que se informará al Dicasterio, para que haya quien pueda recibir las denuncias de abusos, escuche a las víctimas, aborde adecuadamente cada cuestión, con la debida confidencialidad, libertad y competencia".
L' Osservatore Romano
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