Tras el rezo del Ángelus este miércoles 8 de diciembre, el Pontífice agradeció al Señor por esta peregrinación y dio las gracias “a todos por las oraciones que me han acompañado, y a la gente de estos dos queridos países, con sus autoridades civiles y religiosas, el afecto y la amabilidad con la cual me han acogido. A todos les repito: ¡gracias!”.
Sobre Chipre el Papa destacó que “es una perla en el Mediterráneo, una perla de rara belleza, pero que lleva la herida del alambre de espino, el dolor de un muro que la divide”.
“En Chipre me sentí en familia; encontré en todos hermanos y hermanas. Guardo en mi corazón todos los encuentros, especialmente la Misa en el estadio de Nicosia”, indicó el Papa.
Asimismo, el Santo Padre señaló que “piensa con gratitud en Grecia” en donde también recibió “una acogida fraternal”.
“En Atenas me sentí inmerso en la grandeza de la historia, en la memoria de Europa: humanismo, democracia, sabiduría, fe. También allí experimenté la ‘mística’ del estar juntos: en el encuentro con mis hermanos obispos y la comunidad católica, en la Misa festiva celebrada el día del Señor, y luego con los jóvenes que habían venido de tantos lugares, algunos desde muy lejos, para vivir y compartir la alegría del Evangelio”, recordó el Papa.
Encuentro con Patriarcas ortodoxosAdemás, el Santo Padre destacó los encuentros que mantuvo con los Patriarcas de las Iglesia Ortodoxa en ambos países.
En primer lugar, el Pontífice señaló que en el encuentro con el Patriarca Chrysostomos de Chipre se conmovió cuando “el querido Hermano ortodoxo” le habló de la “Iglesia Madre: como cristianos seguimos caminos diferentes, pero somos hijos de la Iglesia de Jesús, que es Madre y nos acompaña, nos protege, nos hace avanzar, todos hermanos”.
“Mi deseo para Chipre es que sea siempre un laboratorio de fraternidad, en el que el encuentro prevalezca sobre la confrontación, en el que acojamos a nuestros hermanos, especialmente cuando son pobres, descartados, emigrantes. Repito que ante la historia, ante los que emigran, no podemos callar, no podemos mirar a otra parte”, dijo el Papa.
Luego, el Santo Padre recordó los dos encuentros con el Patriarca Ieronymos de Grecia que primero lo acogió en su casa y al día siguiente lo visitó en la Nunciatura Apostólica de Atenas y añadió “llevo esta fraternidad en mi corazón”.
“Confío a la Santa Madre de Dios las numerosas semillas de encuentro y de esperanza que el Señor ha esparcido en esta peregrinación. Les pido que sigan rezando para que germinen en paciencia y florezcan en confianza”, afirmó el Papa.
Mirar los ojos de quien sufreFinalmente, el Santo Padre subrayó que en Chipre y en la isla griega de Lesbos pudo mirar a los ojos a las personas que sufren y alentó “por favor, miremos a los ojos de los descartados que encontramos, dejémonos provocar por los rostros de los niños, hijos de emigrantes desesperados. Dejémonos arrastrar por su sufrimiento para reaccionar ante nuestra indiferencia; ¡miremos sus rostros, para despertarnos del sueño de la costumbre!”.
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