“Ánimo, da lo poco que tienes, tus talentos y tus bienes, ponlos a disposición de Jesús y de los hermanos. No temas, nada se perderá, porque, si compartes, Dios multiplica. Echa fuera la falsa modestia de sentirte inadecuado, ten confianza. Cree en el amor, en el poder del servicio, en el poder de la gratuidad”, alentó el Santo Padre ante numerosos fieles reunidos en la plaza de San Pedro para rezar el Ángelus.
Antes de dirigir el rezo de la oración mariana, el Papa reflexionó en el pasaje del Evangelio de San Juan que describe el milagro de la multiplicación de los panes.
El Santo Padre reconoció que “tampoco hoy la multiplicación de los bienes resuelve los problemas sin una justa distribución” y lamentó “la tragedia del hambre, que afecta especialmente a los niños”.
“Se ha calculado que alrededor de 6.000 niños menores de cinco años mueren a diario en el mundo por motivos de desnutrición” indicó el Papa quien añadió que “ante escándalos como estos, Jesús nos dirige también a nosotros una invitación, una invitación similar a la que probablemente recibió el muchacho del Evangelio, que no tiene nombre y en el que todos podemos vernos”.
En esta línea, el Santo Padre se centró en el muchacho que ofreció lo que tenía -cinco panes de cebada y dos peces- que “es poco, no es nada, pero le basta a Jesús” ya que “, gracias a ese pequeño don gratuito y, por tanto, heroico, Jesús puede saciar a todos”.
“Es una gran lección para nosotros. Nos dice que el Señor puede hacer mucho con lo poco que ponemos a su disposición. Sería bueno preguntarnos todos los días: ‘¿Qué le llevo hoy a Jesús?’. Él puede hacer mucho con nuestras oraciones, con nuestro gesto de caridad hacia los demás, incluso con nuestra miseria entregada a su misericordia”, afirmó.
Luego, el Papa reconoció que “parece una propuesta sin sentido. ¿Por qué privar a una persona, sobre todo a un muchacho, de lo que ha traído de casa y tiene derecho a quedárselo para sí? ¿Por qué quitarle a uno lo que en cualquier caso no es suficiente para saciar a todos? Humanamente es ilógico. Pero no para Dios. De hecho, gracias a ese pequeño don gratuito y, por tanto, heroico, Jesús puede saciar a todos”.
“A Dios le encanta actuar así: hace grandes cosas a partir de las pequeñas y gratuitas”, destacó el Papa.
En este sentido, el Santo Padre explicó que “todos los grandes protagonistas de la Biblia, desde Abrahán hasta María y el muchacho de hoy, muestran esta lógica de la pequeñez y el don” y agregó que “la lógica del don es muy diferente de la nuestra” porque “nosotros tratamos de acumular y aumentar lo que tenemos; Jesús, en cambio, pide dar, disminuir. Nos encanta añadir, nos gustan las adiciones; a Jesús le gustan las sustracciones, quitar algo para dárselo a los demás. Queremos multiplicar para nosotros; Jesús aprecia cuando dividimos con los otros, cuando compartimos”.
Por ello, el Papa Francisco concluyó que “el verdadero milagro, dice Jesús, no es la multiplicación que produce orgullo y poder, sino la división, el compartir, que aumenta el amor y permite que Dios haga prodigios”.
“Que la Virgen María, que dijo “sí” a la inaudita propuesta de Dios, nos ayude a abrir nuestros corazones a las invitaciones de Dios y a las necesidades de los demás”, rezó el Santo Padre.
A continuación, el Evangelio comentado por el Papa Francisco:
San Juan 6,1-15
1 Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, 2 y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos.
3 Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. 4 Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos.
5 Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: «¿Donde vamos a comprar panes para que coman éstos?» 6 Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer.
7 Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.»
8 Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: 9 «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?» 10 Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente.» Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos 5.000.
11 Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. 12 Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.»
13 Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.
14 Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.» 15 Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.
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