Una Misa en la que el Santo Padre pidió no olvidar que “no se puede reducir la fe a azúcar que endulza la vida”.
El Pontífice llegó a Šaštín en la mañana de este miércoles 15 de septiembre tras despedirse en la Nunciatura Apostólico en Bratislava del personal que le acompañó en estos días. Šaštín es una ciudad de algo menos de 5 mil habitantes, situada a 71 kilómetros de la capital eslovaca.
El Santo Padre se trasladó al Santuario Nacional de Šaštín, también conocida como Basílica de los Siete Dolores, donde mantuvo un momento de oración con los obispos eslovacos antes de dar comienzo a la celebración eucarística.
La Virgen de los Siete Dolores es la patrona de Eslovaquia. El Santuario fue declarado Basílica Menor por San Juan Pablo II, quien celebró aquí una Misa ante 200 mil fieles en 1995. Se trata de un templo del siglo XVI que ha marcado la historia de Eslovaquia desde entonces.
La imagen de la Virgen de los Siete Dolores tiene una historia de curaciones milagrosas. Se han estudiado hasta 726 casos.
En su homilía, centrada en la importancia de María en la historia de la salvación, el Papa Francisco recordó que “María es la Madre que nos da al Hijo Jesús. Por eso la amamos y la veneramos. Y el pueblo eslovaco acude con fe y devoción a este Santuario nacional de Šaštín, porque sabe que es Ella la que nos da a Jesús”.
Destacó que “María es el camino que nos introduce en el Corazón de Cristo, que ha dado la vida por amor a nosotros”.
“Podemos mirar a María como modelo de la fe”, sugirió. De esa manera “reconocemos tres características de la fe: el camino, la profecía y la compasión”.
El camino
En primer lugar, “la fe de María es una fe que se pone en camino. La joven de Nazaret, apenas recibido el anuncio del Ángel, ‘se fue rápidamente a la región montañosa’ para ir a visitar y ayudar a Isabel, su prima. No consideró un privilegio el haber sido llamada a convertirse en Madre del Salvador, no perdió la alegría sencilla de su humildad por haber recibido la visita del Ángel, no se quedó quieta contemplándose a sí misma entre las cuatro paredes de su casa”.
Por el contrario, “vivió el don recibido como una misión a cumplir, sintió la exigencia de abrir la puerta y salir de su casa”. “Por eso María se puso en camino”, hizo hincapié.
El Papa destacó que María “a la comodidad de la rutina prefirió las incertidumbres del viaje; a la estabilidad de la casa, el cansancio del camino; a la seguridad de una religiosidad tranquila, el riesgo de una fe que se pone en juego, haciéndose don de amor para el otro”.
De esa manera, “la Virgen es modelo de la fe de este pueblo eslovaco, una fe que se pone en camino”.
“Caminando, ustedes vencen la tentación de una fe estática, que se contenta con cualquier rito o tradición antigua, y en cambio salen de ustedes mismos, llevan en la mochila las alegrías y los dolores, y hacen de la vida una peregrinación de amor hacia Dios y los hermanos”.
La profecía
“La fe de María también es una fe profética”, afirmó el Papa Francisco. “Con su misma vida, la joven de Nazaret es profecía de la obra de Dios en la historia, de su obrar misericordioso que invierte la lógica del mundo, elevando a los humildes y dispersando a los soberbios”.
Explicó que “María es la Hija de Sion anunciada por los profetas de Israel, la Virgen que concebirá al Dios con nosotros, el Emmanuel. Como Virgen Inmaculada, María es icono de nuestra vocación. Como Ella, estamos llamados a ser santos e irreprochables en el amor, siendo imagen de Cristo”.
“La profecía de Israel culmina en María, porque Ella lleva en el seno a Jesús, la Palabra de Dios hecha carne. Él realiza plena y definitivamente el designio de Dios”. “No olvidemos esto: no se puede reducir la fe a azúcar que endulza la vida”.
En ese sentido, “Jesús es signo de contradicción. Ha venido para llevar luz donde hay tinieblas, haciéndolas salir al descubierto y obligándolas a rendirse. Por eso las tinieblas luchan siempre contra Él”.
La compasión
Por último, “María es la Madre de la compasión. Su fe es compasiva”. Destacó que “el sufrimiento del Hijo agonizante, que cargaba sobre sí los pecados y los padecimientos de la humanidad, la atravesó también a Ella. Jesús desgarrado en la carne, hombre de dolores desfigurado por el mal; María desgarrada en el alma, Madre compasiva que recoge nuestras lágrimas y al mismo tiempo nos consuela, señalándonos la victoria definitiva en Cristo”.
“María Dolorosa al pie de la cruz simplemente permanece. Está al pie de la cruz. No escapa, no intenta salvarse a sí misma, no usa artificios humanos y anestésicos espirituales para huir del dolor. Esta es la prueba de la compasión: permanecer al pie de la cruz”.
Aseguró que “también nosotros, mirando a la Virgen Madre Dolorosa, nos abrimos a una fe que se hace compasión, que se hace comunión de vida con el que está herido, el que sufre y el que está obligado a cargar cruces pesadas sobre sus hombros”.
“Una fe que no se queda en lo abstracto, sino que penetra en la carne y nos hace solidarios con quien pasa necesidad. Esta fe, con el estilo de Dios, humildemente y sin clamores, alivia el dolor del mundo y riega los surcos de la historia con la salvación”, concluyó su homilía el Papa Francisco.
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