“Les deseo de corazón que prosigan la obra en su histórico taller de la fe, y que lo hagan con estos dos ingredientes: la confianza y la acogida, para saborear el Evangelio como experiencia de alegría y fraternidad”, dijo el Santo Padre en su discurso en la Catedral de San Dionisio en Atenas.
El Papa dirigió un discurso luego de las palabras de Mons. Sevastiano Rossolato, Arzobispo Emérito de Atenas y presidente de la Conferencia Episcopal Griega, quien recordó que en Grecia “la Iglesia está constituida por comunidades de tres tradiciones litúrgicas: la latina, la bizantina y la armenia”.
El Prelado también se refirió al desafío que significa acoger a los inmigrantes, una realidad que ha cambiado el rostro de la Iglesia en Grecia en los últimos 30 años.
El Arzobispo dijo además que “con la Iglesia Ortodoxa, hermana nuestra con la que permanecen algunas dificultades para promover relaciones de conocimiento recíproco, sin embargo se puede decir que allí donde hay católicos y ortodoxos hay y se promueven relaciones de respeto y amor cristiano tangible”.
Francisco también escuchó el testimonio de la hermana María Virgen del Prado Bravo, religiosa argentina del Verbo Encarnado, quien llegó hace algunos años dispuesta a “dar la vida por Grecia” para “trabajar por las almas para la gloria de Dios dando testimonio del Verbo encarnado, encarnándolo en todo lo humano”.
En el evento un padre de familia de nombre Tinos también compartió su experiencia de haberse casado con una mujer ortodoxa, con quien formó a sus hijos cristianamente, y compartió algo del dolor de que ellos estén alejados de la fe.
Tras agradecer los testimonios personales y las palabras de bienvenida, el Papa Francisco resaltó que “en los inicios del cristianismo se inauguró aquí un ‘taller’ para la inculturación de la fe, dirigido por la sabiduría de muchos Padres de la Iglesia, que con su santa conducta de vida y sus escritos representan un faro luminoso para los creyentes de todas las épocas”.
El inicio de ese “taller”, dijo el Papa, es el apóstol Pablo, quien vivió con fuerza la confianza en Dios, con la que pudo superar la desconfianza de los filósofos del areópago en Atenas, quienes lo interrogaron al punto de “arrinconarlo” por considerarlo un “charlatán”.
El ejemplo de Pablo permite a los católicos avanzar “en un contexto no siempre favorable”, y como él, “seguir adelante con confianza, prefiriendo la inquietud de las situaciones inesperadas a la costumbre y a la repetición. Pablo tuvo esa valentía, ¿de dónde le nacía? De la confianza en Dios”.
“Queridos hermanos y hermanas, tenemos confianza, porque el ser Iglesia pequeña nos hace signo elocuente del Evangelio, del Dios anunciado por Jesús que elige a los pequeños y a los pobres, que cambia la historia con las proezas sencillas de los humildes”.
El Santo Padre resaltó luego que una segunda actitud ejemplar de Pablo fue la acogida.
“Es la disposición interior necesaria para la evangelización, se trata de no querer ocupar el espacio y la vida de los demás, sino de sembrar la buena noticia en el terreno de su existencia, aprendiendo sobre todo a acoger y reconocer las semillas que Dios ya ha puesto en sus corazones, antes de nuestra llegada”.
El Papa Francisco alentó a recordar que “Dios siempre precede nuestra siembra. Evangelizar no es llenar un recipiente vacío, es ante todo dar a luz aquello que Dios ya ha empezado a realizar”.
“Pablo acogió el deseo de Dios escondido en el corazón de esas personas y amablemente quiso transmitirles el asombro de la fe. Su estilo no fue impositivo, sino propositivo; no estaba fundado en el proselitismo, sino en la mansedumbre de Jesús”.
El Papa resaltó también que en el areópago la mayoría lo oyó y se fue, solo “un pequeño resto se unió a Pablo, entre ellos (San) Dionisio, titular de esta Catedral. Era una pequeña porción, pero es así como Dios teje los hilos de la historia, desde entonces hasta hoy”.
Tras concluir su discurso, una catequista se dirigió al Papa a nombre de todos los presentes, para pedirle que como cabeza de la Iglesia, guíe a todos en el rezo del Padre Nuestro.
Luego el Arzobispo de Atenas ofreció al Papa como regalo una barca, que representa a la Iglesia; mientras que el Santo Padre entregó un rosario y la medalla conmemorativa de su viaje a los obispos griegos, a los armenios y ortodoxos.
Para concluir, el coro en la Catedral entonó en español la famosa canción “Santa María del Camino”.
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