San Nicolás de Bari, San Nicolás de Mira, o simplemente San Nicolás, nació en Licia, antigua provincia del Imperio romano (hoy Turquía), alrededor del año 270. Sus padres eran cristianos y solían ayudar a enfermos y menesterosos. Lamentablemente, ambos cayeron enfermos durante una epidemia y murieron dejando a Nicolás en la orfandad, aunque protegido por cierta fortuna. Al descubrir el llamado de Dios a entrar en religión, Nicolás repartió sus bienes entre los pobres y pidió ser admitido en un monasterio. Años después sería ordenado sacerdote. Como tal, inició un viaje de peregrinación a Egipto y Palestina con el propósito de recorrer las tierras por donde pasó el Señor.
A su regreso, se estableció en la ciudad de Myra (Turquía), en momentos en los que se debatía intensamente la elección del nuevo obispo local. Los sacerdotes y diáconos de Myra, gracias a su buena reputación, se inclinaron por poner en el cargo al recientemente llegado Nicolás. Muy pronto las circunstancias se pondrían difíciles para él cuando se desató una nueva persecución contra los cristianos. Nicolás, que ya había mostrado gran diligencia por la salvación de las almas, terminaría apresado. El obispo permaneció en cautiverio hasta la reforma del emperador Constantino.
Gracias al Edicto de Milán, Nicolás pudo volver a la vida pública y retomar su misión pastoral. Lo hizo con gran celo y amor, enseñando y defendiendo la sana doctrina frente a las numerosas herejías que amenazaban a los cristianos. "Gracias a las enseñanzas de Nicolás, la metrópolis de Myra fue la única que no se contaminó con la herejía arriana la cual rechazó firmemente, como si fuese un veneno mortal", dijo de él San Metodio, arzobispo de Constantinopla. El arrianismo se había hecho muy popular y constituía un peligro para la enseñanza de las verdades elementales de la fe, puesto que partía de la negación de la divinidad de Jesucristo.
Unos cuantos milagros
Defensor de las causas justas, salvó a tres jóvenes soldados de ser ejecutados, víctimas de una falsa acusación. Los cargos habían sido presentados bajo soborno pagado por el gobernador Eustacio. Estando los tres oficiales prontos a morir, pidieron que Dios los ayude a través del obispo Nicolás, a quien consideraban un hombre compasivo y de gran autoridad. Días después, el emperador Constantino tuvo un sueño en el que se le apareció el obispo. En el sueño, este le ordenaba poner en libertad a los jóvenes porque eran inocentes. El emperador, acto seguido, los mandó llamar. Luego de escuchar su versión de los hechos, los dejó libres y escribió una carta al obispo en la que le daba las gracias por su mediación y pedía que rece por la paz del imperio.
San Nicolás es patrono de los marineros. Cuenta la leyenda que unos navegantes viéndose perdidos en el mar empezaron a clamar: “Oh Dios, por las oraciones de nuestro buen Obispo Nicolás, sálvanos”. En ese momento -sigue el relato- apareció el santo sobre el barco, bendijo el mar y este se calmó. Luego el obispo desapareció. De acuerdo a una antigua tradición cristiana de Oriente, los navegantes que surcan el mar Egeo y el Jónico se orientan con una estrella llamada “Estrella de San Nicolás”; y se desean buen viaje diciendo: “Que San Nicolás lleve tu timón”.
Existe también una historia sobre tres niños que fueron asesinados y sus cuerpos arrojados en un depósito de sal. Por la oración de San Nicolás, los infantes volvieron a la vida. Debido a esto a Nicolás se le considera patrono de los niños, y suele ser representado con tres infantes al costado.
Finalmente una leyenda da cuenta de que en la Diócesis de Myra había un hombre abatido por la pobreza que decidió prostituir a sus tres hijas vírgenes. San Nicolás, buscando evitar que esto sucediera, trepó por el techo de la casa de aquel hombre amparándose en la oscuridad de la noche y arrojó por la chimenea una bolsa con tres monedas de oro. Con ese dinero el santo salvó a las doncellas de la perdición.
De Myra a Bari
San Nicolás murió un 6 de diciembre, no se sabe con seguridad si del año 345 o del 352.
En el siglo VI, el emperador Justiniano construyó una iglesia en Constantinopla en su honor, y su devoción se hizo popular en todo el mundo cristiano.
En 1087 sus restos fueron rescatados de Myra, que había caído bajo invasión musulmana, y llevados a Bari, en la costa adriática de Italia. Por esto es llamado tanto “San Nicolás de Myra” como “San Nicolás de Bari”. En la iglesia de esta ciudad italiana reposan sus restos hasta hoy.
Una antigua tradición de los habitantes de Bari reza lo siguiente: "El venerable cuerpo del obispo, embalsamado en el aceite de la virtud, sudaba una suave mirra que le preservaba de la corrupción y curaba a los enfermos, para gloria de aquél que había glorificado a Jesucristo, nuestro verdadero Dios". Ese aceite que brotó de los restos del santo es conocido como el “Manna di S. Nicola” (el maná de San Nicolás).
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