El congreso ecuménico es promovido por la Congregación por los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica con motivo del Año de la Vida Consagrada.
El Papa aprovechó para recordar que estos días se celebra la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos y explicó que “la voluntad de restablecer la unidad de todos los cristianos está presente naturalmente en todas las Iglesias y atañe tanto al clero como a los laicos”.
Pero la vida religiosa “tiene sin duda una vocación particular en la promoción de esta unidad” y “no es una coincidencia que muchos pioneros del ecumenismo hayan sido hombres y mujeres consagrados”.
“A la vida religiosa pertenece la búsqueda de la unión con Dios y de la unidad dentro de la comunidad fraterna, realizando así de manera ejemplar la oración del Señor 'para que todos sean uno'”.
El Papa parafraseó a San Agustín con la afirmación de que “el motivo esencial por el que se han reunido juntos es que vivan unánimes en la casa y habiten una sola alma y un solo corazón hacia Dios”.
“La vida religiosa nos enseña precisamente que esta unidad no es fruto de nuestros esfuerzos, sino un don del Espíritu Santo, que realiza la unidad en la diversidad”, dijo.
Francisco les aseguró que “la vida religiosa nos recuerda que en el centro de cada búsqueda de unidad, y de cada esfuerzo ecuménico, está ante todo la conversión del corazón, que comporta la búsqueda y la concesión del perdón”.
Y esa conversión implica “tratar de mirar el uno al otro en Dios, y saber ponerse también en el punto de vista del otro: he aquí un doble desafío relacionado con la búsqueda de la unidad, tanto dentro de las comunidades religiosas, como entre cristianos de diversas tradiciones”.
Francisco aseguró además que “no existe unidad sin la oración” ya que “la vida religiosa es una escuela de oración”.
“El empeño ecuménico responde, en primer lugar, a la oración del mismo Señor Jesús y se basa existencialmente en la oración”.
El Papa recordó que uno de los pioneros en el ecumenismo fue el sacerdote Paul Couturier, el cual “utilizaba una imagen que ilustra bien la unión entre el ecumenismo y vida religiosa: comparó a todos los que rezan por la unidad, y al movimiento ecuménico en general, con un 'monasterio invisible' que reúne a los cristianos de diversas Iglesias, de varios países y continentes”.
“Ustedes son los primeros animadores de este 'monasterio invisible'” por lo que “los animo a orar por la unidad de los cristianos y a traducir esta oración en actitudes y gestos cotidianos”.
Por último, Francisco indicó que la llamada a la santidad es “el único camino verdadero a la unidad”.
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