Esperar con alegría: Películas para ver en el Adviento (I)

Esperar con alegría: Películas para ver en el Adviento (I)

 ESPIRITUALIDAD DEL CINE | Por Sergio GUZMÁN SJ |

“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (No. 1 EG), con estas palabras comienza el Santo Padre Francisco su Exhortación Apostólica Evangelli Gaudium sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual. Con este espíritu quiero recomendar una serie de películas para ver en este tiempo de Adviento y descubrir en éstas lo que hay de buena noticia, de esperanza y alegría para nuestra vida.

Los Coristas de Christophe Barratier (Francia-Suiza, 2004, 96 min.)

Los coristas es una película que llega al corazón, que conmueve, que eleva el espíritu. Clémet Mathieu es un músico que llega como prefecto de disciplina a una escuela correccional: “El fondo del Estanque”. A quien  primero se encuentra es al pequeño Pepinot, quien espera con ansías que su padre venga a buscarlo. Pepinot no es el único niño que espera ser rescatado o salvado. Cada niño tiene su historia, sus sueños y anhelos… que Mathieu, haciendo honor a su nombre (Regalo de Dios), alimentará a través del canto. Muy sugerente es el villancico (El himno a la noche de Rameau) que cantan los niños: “La sombra que te acompaña es tan dulce, tan dulce es el concierto de tus voces cantando la esperanza… siente en medio de la noche, la ola de la esperanza, ansia de vivir, camino de la gloria”.

El Color del Paraíso de Majid Majidi (Irán, 1999, 90 min.)

El Color del Paraíso cuenta la historia de Mohammad, un niño ciego que busca y quiere tocar a Dios. Una película hecha con arte, con bellas imágenes y acertados diálogos que invitan a la reflexión. Mientras avanza la cinta podemos recordar a grandes místicos, incansables buscadores de Dios, como San Juan de la Cruz (“¿A dónde te escondiste, Amado mío y me dejaste con gemido?”) o San Ignacio de Loyola (“Buscar y encontrar a Dios en todas las cosas”). Cuando Mohammad llora por su ceguera y soledad, por no encontrar a Dios, resuenan las palabras de su maestro también invidente: “Dios no es visible está en todas partes, puedes sentirlo cerca, lo ves a través de la punta de los dedos. Una película llena de color, ternura y sensibilidad que te tocará el corazón.

La delgada línea amarilla de Celso R. García (México, 2015, 95 min.)

La delgada línea amarilla es una película que nos lleva al desierto, a las fronteras, a caminos rectos y sinuosos donde interactúan cinco hombres que son contratados para pintar la línea divisoria de una carretera que conecta dos pueblos de México. Una delgada línea amarilla en la carretera es -como explica Toño (Damián Alcázar, estupendo)- una guía, una señal que nos orienta y, en determinado momento, es una línea de salvación para los automovilistas. Al trazar esta línea los protagonistas van también reflexionando sobre el sentido de la vida, los afectos, la familia y la propia fe. Una delgada línea amarilla, hablando metafóricamente, es como la luz de la fe que nos ilumina en el camino de la vida (cfr. Lumen Fidei, n. 4).

Que bello es vivir de Frank Capra (E.U., 1946, 130 min.)

¡Qué bello es vivir! es un clásico del cine norteamericano protagonizado por James Stewart y Donna Reed. Con claras referencias a Canción de Navidad de Charles Dickens, ésta es una película llena de valores humanos que puede ayudarnos a reconocer a quienes han sido ángeles o mensajeros de Dios en nuestras vidas, a dar gracias a todas aquellas personas que nos han acompañado, sostenido, alentado en momentos oscuros y difíciles de la vida. “Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto” (Lc 2, 20), leemos en el Evangelio. En familia también nosotros podemos reflexionar y compartir sobre las cosas por las que glorificamos y alabamos a Dios.

Koyla de Jan Sverák (Rep. Checa, 1996, 105 min.)

Louka es un músico que ha sido excluido de la orquesta de Praga por cuestiones políticas, se gana la vida tocando en funerales y reparando lápidas en el cementerio. El encuentro con Koyla, un simpático niño de 5 años, hijo de una joven rusa con quien Louka se casa a cambio de una buena suma de dinero, irá transformando y alegrando la vida de este músico venido a menos. El cartel de la película es muy original: un big close-up del rostro de Louka con los ojos cubiertos por las manos de Koyla: una invitación a la ternura y a la confianza. Que el visionado de esta película –contada con gracia, ternura y algo de ironía- nos ayude a descubrir, a reconocer y celebrar también cómo Dios hecho hombre, Niño recostado en un pesebre, nos trae tanta luz, alegría y esperanza.

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