Aquí te explicamos 7 razones por las que el sacristán es importante en los templos:
1.- Disponibilidad y servicio
El sacristán es un laico o religioso que se encarga del orden, el cuidado y la limpieza de la iglesia. Se encarga de que el sacerdote tenga todo lo necesario para presidir la Eucaristía en cada tiempo litúrgico, fiesta y solemnidad.
El Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (SIAME), a partir de una entrevista que realizó a un grupo de sacristanes, indicó que en esta ocupación “no solo hay varones, sino también sacristanas. Y por cierto excelentes”.
También debe “tener la disposición para hacer lo que te pidan, por ejemplo labores humildes de limpieza, y para ir a donde sea, cambiar de parroquia, de rumbo, de comunidad”.
“A veces te toca hacerle también de monaguillo, o de lector. Nunca sabes qué vas a tener que hacer y eso hace que la labor no sea monótona, siempre hay algo diferente”, indicó uno de los sacristanes entrevistados por el SIAME.
2.- Trabaja cuando los demás descansan
Según informó el SIAME, un sacristán trabaja “toda la semana, y más los domingos y días festivos”.
“Cuando hay Misa de 7:00 a.m. hay que madrugar, cuando hay Misa de 9:00 p.m. hay que desvelarse”.
El sacristán es el primero en llegar al templo por la mañana y es el último en retirarse. “Verifica que no quede nadie. Echa un último vistazo para asegurarse de dejar las cosas en orden”.
3.- Lo primero y lo último que hace es rezar
El SIAME indicó que lo primero que hace el sacristán al llegar a la iglesia “es orar. Encomendar su jornada al Señor”. Antes de volver a sus casa “hace una breve oración para agradecerle su jornada a Jesús, y apaga la luz”.
4.- Es paciente y humilde
La mayor virtud del sacristán es la paciencia y la “ejerce constantemente para tratar con afabilidad a toda la gente, que no siempre es amable ni prudente”.
También tiene la humildad para realizar todo lo que se necesite. “Se acomoda a barrer, a recoger y ordenar las hojitas de Misa que deja la gente olvidadas, a apagar y quitar las veladoras gastadas, a sacudir bancas y reclinatorios, y hasta a despegar chicles que algunos maleducados rumiantes dejaron pegados en la parte de abajo de sus asientos”.
5.- Capacidad de adaptación
Uno de los mayores desafíos de esta ocupación es “el trato con los distintos sacerdotes”.
Para un sacristán es fundamental “tener capacidad de adaptación, buena voluntad, y ponerme listo para recordar cómo cada uno prefiere que le ayude”.
También “llega a tener tal compenetración con su párroco, que basta que éste le haga un ligero gesto, una mirada, una pequeña inclinación de cabeza, y capta al instante lo que necesita y se apresura a traérselo”.
6.- No es solo trabajo
Por otro lado, los sacristanes dijeron al SIAME que lo más satisfactorio de ese oficio es “el trato con la gente. Por lo general, es muy respetuoso y enriquecedor. Conoce uno a toda clase de personas, hace buenas amistades, aprende”.
El servicio de sacristán es una oportunidad de “crecimiento espiritual. Que no solo me beneficia a mí, sino que me ha ayudado mucho en la relación con mi familia, amigos y conocidos”.
Uno de los sacristanes comenta que, “a pesar de mis defectos, Dios me haya llamado a servirlo. Me siento muy agradecido. Y no considero que la mía sea simplemente una ‘chamba’, si así fuera, ya hubiera renunciado”.
“Para mí es un apostolado, un servicio a Dios y a mis hermanos”, resalta.
7.- Ganas de aprender y mejorar
Los sacristanes también dijeron al SIAME que hay una necesidad de cursos de preparación y actualización para su oficio.
Expresaron su deseo de que “hubiera buen material que pudiéramos leer, estudiar, por ejemplo, un manual. Y reuniones para conocernos entre nosotros, hacernos amigos”.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 31 de diciembre de 2016
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