Andrés G. Elizalde
Los obispos de la Iglesia Católica en Nicaragua reiteraron su compromiso de seguir al frente de la mediación en el diálogo nacional para resolver la grave crisis social que vive ese país.
El Arzobispo de Managua, Cardenal Leopoldo Brenes, expresó que la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) continuará como mediadora del diálogo, pese a que no han tenido acercamiento con el Gobierno en los últimos días y que los obispos se reunirán para valorar un nuevo llamado al diálogo nacional.
Consultado por periodistas sobre si aceptaría remover del diálogo nacional -por petición del gobierno de Daniel Ortega- a alguno de los obispos que no son de su simpatía, explicó que cuando aceptaron trabajar en la mediación lo hicieron “como CEN y no como individuos”, y que así continuarán.
Por su parte, monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa , expresó que los miembros de la CEN han reflexionado seriamente sobre el diálogo y mantienen su disposición de continuar como mediadores y testigos.
“Estamos convencidos que el diálogo es el camino de solución pacífica para Nicaragua”.
En tanto, monseñor Silvio Báez, uno de los religiosos más críticos con el Gobierno, pidió a los feligreses confiar en el trabajo de la CEN y expresó que “el camino a la libertad es difícil”.
“El Señor no quería a los faraones como tampoco quiere a los de ahora (…) Caminemos siempre hacia la libertad, vayamos siempre dejando atrás sin temor al faraón que domina y quita la vida”.
Tras el estallido de las protestas antigubernamentales en abril, el Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega invocó a los obispos como mediadores de un diálogo nacional -que inició el 16 de mayo- para buscar una salida a la crisis, con la presencia del Gobierno y la opositora Alianza Cívica integrada por estudiantes, empresarios, campesinos y sociedad civil.
Sin embargo, desde la última sesión de diálogo del 25 de junio, la Iglesia Católica fue objeto de ataques físicos y verbales por parte del oficialismo; el propio Ortega descalificó a los obispos como mediadores, acusándolos de integrar un “plan golpista”.
Hace una semana, el director de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH), Álvaro Leiva, abandonó Nicaragua tras recibir amenazas de muerte y debido a la “total inseguridad” que se vive en el país.
El activista, que junto a su familia contaba con medidas cautelares emitidas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos (OEA), dijo que el Gobierno de Daniel Ortega “no tiene la voluntad de cumplir con su compromiso en materia de derechos humanos”.
El presidente de la ANPDH, Roberto Sólorzano, al calificar lo ocurrido de “gravísimo”, dijo que “esto lleva al máximo nivel la prueba”, a nivel internacional, de que el “ataque a las defensorías de derechos humanos en Nicaragua ya llegó a niveles sin precedentes en el continente americano”.
Consultado sobre el caso de Leiva, el Cardenal Brenes, Arzobispo de Managua, calificó de “negativo” para el país la persecución a disidentes por parte del Estado.
“Es triste que cuando se habla de que el país va tomando normalidad se estén dando estos casos porque eso no significa que haya normalidad. La persecución a personalidades que disienten del Estado yo lo veo como negativa”, puntualizó.
Iglesia Católica con aval social
El deseo refrendado de mantenerse en el diálogo, es la respuesta al anuncio de que el Gobierno de Nicaragua pediría al Vaticano retirar a los obispos de la mesa de diálogo entre el Ejecutivo y la oposición.
El canciller Denis Moncada, como antes lo hizo el presidente Ortega –sin argumentos-, señaló que sacerdotes y obispos de Nicaragua están a favor de los sectores contrarios al oficialismo, por lo que solicitaría a la Santa Sede el retiro de los clérigos.
El punto de vista gubernamental, dista del que tiene el pueblo nicaragüense, que brindó su apoyo al papel desempeñado por la Iglesia Católica con una amplia manifestación popular.
“Obispo amigo, el pueblo está contigo” y “sin armas ni municiones, solo con oraciones” fueron algunas de las consigas que cientos de feligreses gritaron al unísono en respaldo a los obispos y sacerdotes de Nicaragua en la ciudad de Boaco.
Como esta, muchas más sucedieron en todo el territorio de Nicaragua, en contra de los atropellos y calumnias hacia los obispos de la CEN y los sacerdotes de diferentes departamentos del país.
“Ellos (los sacerdotes) no están solos y aquí está el pueblo católico con ellos, los feligreses también sufrimos como nuestros los ataques a la Iglesia que no puede ser mancillada”, explicó Melvin Sotelo Guerreo, integrante de la Pastoral Familia de la Parroquia de Santiago Apóstol.
“El presidente sabe que está mintiendo, sabe que los obispos no son golpistas. A él le da miedo que el pueblo se haya levantado, haya despertado, por eso acusa sin tener fundamento”, afirmó Elma Amador que la bandera de Nicaragua en la entrada de la Catedral Metropolitana de Managua.
Amador pertenece a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pero reconoce el trabajo que han hecho los obispos y sacerdotes, que han arriesgado sus propias vidas en las zonas atacadas a balazos por las huestes de Ortega para evitar mayores derramamientos de sangre. También han abierto las parroquias para atender a los heridos y refugiar a los perseguidos y han negociado la libertad de los detenidos ilegalmente. “Apoyo a los obispos, a nuestros sacerdotes, porque ellos son los que han dado el cuerpo por nosotros”, decía la mujer.
La crisis en Nicaragua cumple más de 115 días y ha costado la vida de más de 300 personas.
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