Sonia Gabriela Ceja Ramírez
A la Iglesia le interesa atender a los militares “porque son cristianos, son católicos y son bautizados; son gente encomendada a nuestro cuidado y nos interesan de una manera especial porque tienen una misión muy especial, muy difícil, muy llena de retos, que influye mucho en su carácter, en su temperamento y en la forma en como ellos van formando o integrando sus familias; les afecta enormemente”, señaló Mons. Miguel Ángel Alba Díaz, Obispo de La Paz, B.C. y responsable de Dimensión Episcopal para la Atención de las Fuerzas Armadas, de la Comisión Episcopal para la Solidaridad Intraeclesial.
Y es que del 6 al 10 de agosto, Guadalajara fue sede de la XV Jornada de Estudio de la Pastoral Militar.
Una pastoral que
se expande
Señaló que al momento se ha logrado que en 32 diócesis, de las 92 que existen en el país, haya ya capellanías militares. “Hace seis años, cuando empecé, yo creo que no eran ni 10 las diócesis, pero ahorita ya llegamos a 32 y espero que sigamos creciendo”.
Señaló que la atención que la Iglesia brinda comienza por lo más sencillo: “hacerles accesible la vida cristiana, tanto a los miembros de las fuerzas armadas como a sus familias. Esto es, que tengan posibilidades de educación y de instrucción en la fe; que tengan posibilidades de compartir y celebrar su fe, y que puedan también celebrar sus sacramentos”.
Explicó que las fuerzas armadas son muy movibles, “los trasladan constantemente de un lugar a otro, y frecuentemente, aun estando en la misma ciudad, los envían a pueblos cercanos a misiones donde duran varios días. No les podemos poner las mismas leyes que a quienes están más establemente viviendo en los pueblos y ciudades.
Entender sus necesidades
“Un muchachito que ha estudiado su catequesis, y que ya cerca de recibir su primera comunión, su familia es trasladada a otro lado, no puede recibir el sacramento porque no le valen lo que estudió en su otra diócesis. Entonces, lo que buscamos es cómo hacerlo accesible, de manera que ellos no encuentren aduanas sino encuentren pastores; gente que los acoja y que los apoye.
“Tenemos gente que se quiere casar y que no puede llevar las pláticas prematrimoniales al ritmo normal porque lo mandaron a misión a un enfrentamiento con narcotraficantes. ¿Qué podemos hacer para que eso no retrase la boda que ellos ya prepararon?.
“Los militares que vienen de pueblos indígenas, campesinos, donde a veces los párrocos no llevan bien la papelería, donde no existen medios de comunicación ¿cómo consiguen la fe de bautismo actualizada para comprobar que no son casados? Son muchos problemas, estos de tipo jurídico, pero muchos son de tipo moral.
“La capacidad de entender la mentalidad de diversas culturas, un oaxaqueño, un veracruzano, su manera de vivir la fe, la religión, que a algunos nos puede parecer supersticiosa pero que para ellos es su vivencia habitual.
“Para todo esto necesitamos una preparación, pero sobre todo, una sensibilidad especial”, explicó Mons. Alba.
Buscar la cercanía
Explicó que por la ley vigente en México, hasta el momento no puede haber capillas dentro de los cuarteles y de las zonas militares. “Ordinariamente la parroquia o la capilla más cercana, son las que funcionan como capilla militar, de manera que haya accesibilidad”.
Señaló que la práctica religiosa de un militar es como la de cualquier civil, “excepto que, la Constitución les prohíbe ir a los actos religiosos con uniforme, pero de ahí en más, pueden hacer todo lo que nosotros hacemos. A veces utilizan sus propios signos militares, por ejemplo, se cuadran frente al Santísimo, pero eso es distinto, la Iglesia no lo prohíbe.
Por su formación y por su experiencia, la mentalidad y el desarrollo emocional de los militares, es diferente. “Ellos fueros formados para defendernos ‘más si osare un extraño enemigo’, de fuerzas armadas extranjeras. A ellos no los formaron para irse a pelear contra mexicanos y cuando los meten a problemas de seguridad nacional, contra el crimen organizado, ellos están matando mexicanos. Ellos saben que no pueden confiar ni en las señoras, ni en los jovencitos, ni en nadie… han visto niños sicarios. Muchos de ellos están traumados”.
Difíciles experiencias
“El año pasado en nuestra asamblea, un general nos comentaba cómo, según el Sector Salud, han aumentado los problemas de salud mental entre los militares.
“Lo más difícil, es que la gente con la que se enfrentan, muchas veces vienen de los mismos pueblos. La gente humilde de los pueblos indígenas, o emigra a los Estados Unidos, o si quiere ganar dinero para mantenerse, entra al ejército que le garantiza un sueldo o se mete al crimen organizado, y entonces compadre con compadre, vecino con vecino, primo con primo, se encuentran enfrentados en un determinado momento, y viene un estrés tremendo, un desgaste que afecta al soldado y a toda la familia.
“Porque el soldado no le va a repelar a su comandante, lo arrestan, pero llega y patea a su mujer y patea a los hijos, y eso tiene repercusiones obviamente en la familia, depresiones e incluso suicidios.
“Otro punto es que estaban acostumbrados a ser bien vistos por los mexicanos. El ejército era una de las instituciones más respetables, porque cuando los veíamos era auxiliando en los huracanes y los terremotos; era una visión positiva, pero ahorita cuando te detienen en las carreteras o en las ciudades, cuando los ves con máscaras y bien armados, asustan.
“Además, se han inflado mucho los problemas de violación de derechos humanos, como si los sicarios y los narcos sí los respetaran, entonces, para ellos ha venido una baja de su autoestima, como institución y que se refleja en lo personal.
“Muchos de ellos, se sienten avergonzados de ser soldados. No quisieran usar el uniforme en la calle porque tienen miedo de que la gente ya no los ve con admiración sino con desprecio.
“Te voy a poner un ejemplo feo, ahora que estuvo en Chile, el Papa les decía a los sacerdotes, antes ustedes se sentían orgullosos de salir a la calle con alzacuello porque la gente los quería, ahorita después de todos los problemas de abuso sexual, les da vergüenza que sepan que son sacerdotes porque los van a escupir. Los militares están experimentando lo mismo. Ha bajado la estima y la autoestima, y ese es un problema terrible, todo esto exige una atención espiritual muy fuerte, y que ellos se sientan amados, comprendidos y valorados por su Iglesia”.
Las relaciones
Iglesia – Estado
“Existen países donde existen concordatos entre la Santa Sede y el gobierno, de tal manera que existe un ordinariato militar, así se le llama.
“El ordinario militar es el Obispo de todos los militares que hay en ese país. La Iglesia lo reconoce como Obispo y está consagrado como Obispo, y lo reconoce el gobierno como coronel o como general, con alto grado, y tiene derecho a vestir uniforme y se le cuadran, y los capellanes pueden ser capitanes, tenientes o lo que sea.
“En México, por el enfrentamiento que ha habido entre Iglesia y Estado, desde la época de Benito Juárez, pero principalmente desde Plutarco Elías Calles, hubo un distanciamiento, de tal manera que ni la Iglesia ve con buenos ojos a los soldados, ni los soldados ven con buenos ojos a la Iglesia, entonces, no tenemos ordinariatos, ni tenemos seminarios para formar sacerdotes militares”.
Ponerse en los zapatos
del otro
“Ordinariamente en cada diócesis el Obispo debe encomendar a un sacerdote la atención de los militares, en esta labor lo más importante no es la preparación sino la sensibilidad.
“La sensibilidad te hace buscar prepararte, mientras que la preparación sin sensibilidad no produce efecto… Jesús de Nazaret no llevó mucha preparación, ni los 12”, argumentó el señor Obispo.
“Sí existe en México una pequeña corporación de clérigos castrenses que pertenece a la diócesis de Nuevo Casas Grandes (Chihuahua), que en el tiempo donde no había atención especial a los militares, trató de suplir lo que los Obispos no hacíamos. Ellos sí han recibido y reciben una formación especial muy valiosa y son un apoyo grande para nosotros a pesar de que son poquitos”.
El señor Obispo refirió que hasta el momento la atención se ha enfocado a la SEDENA, que comprende el ejército y la fuerza aérea, “poco nos hemos involucrado con la marina y menos con lo policía federal, que también son fuerzas armadas, son grandes renglones que habrá que ir llenando, pero durante el tiempo que he estado al frente, sé que si quiero abarcar mucho, no voy a apretar.
“Otro reto que tenemos es que los sacerdotes nombrados por los Obispos realmente se encariñen y se enamoren; que descubran la problemática, que vean el llanto.
“El año pasado, un general y un almirante expusieron durante nuestra asamblea la problemática humana. Para los padres fue impresionante ver a un general vestido de militar, y a un almirante, con todas sus insignias, verlos llorar.
“Uno los ve siempre como gente orgullosa, prepotente, arrogante, soberbia, y de repente lo ves que se derrumban y te das cuenta que debajo de ese uniforme hay un ser humano que tiene esposa, que tiene hijos, que tiene mamá… son personas que sufren, que lloran, que aman.
“El reto es que esta pastoral se tome en serio y que se vaya extendiendo la atención a los militares a lo largo y ancho del país”.
Señaló que hasta el momento la relación entre la pastoral y las fuerzas armadas se ha dado entre personas, pero que la meta es que se logre institucionalizar.
Dijo que como laicos y como civiles, lo que podemos hacer por nuestras fuerzas armadas es “indudablemente rezar, pero también hacerlos sentir como nuestros hermanos, que sepan que los respetamos, pero que no nos infunden temor como si fueran unos monstros o unos perros”, concluyó Mons. Miguel Ángel Alba.
Pbro. Enrique
Morales Plascencia,
Guadalajara
El padre Enrique Morales Plascencia, responsable en la Arquidiócesis de Guadalajara de la pastoral militar señaló que hace 21 años, siendo párroco de San Juan de Ocotán, el Cardenal Juan Sandoval Íñiguez, entonces Arzobispo de Guadalajara, le encomendó atender a las personas del campo militar que se encontraba en su territorio, no con un nombramiento oficial, pero sí de manera cercana, de acuerdo a sus necesidades.
“A la llegada del Cardenal Robles, unos meses después, en mayo de 2013, nombró a San Ignacio de Loyola, la capilla que está junto al campo militar de La Mojonera, como una capellanía militar, y a su servidor, como capellán militar, nombrado oficialmente en la misma fecha. Además, trabaja con nosotros el padre Noé Gutiérrez de la Paz como capellán auxiliar de esta pastoral”.
Señaló que el área donde más servicios se brindan es la prisión militar. “Llevo 16 años consecutivos celebrándoles semana a semana”, sin embargo, la atención general en el campo militar depende de quién esté al mando, pero nunca se ha dejado de atender. Dijo que en promedio lo que un militar dura en un lugar, y con un cargo, es un año, lo que hace especial también la situación de las familias.
Expuso que además de la atención pastoral, se busca también crear lazos a través del deporte y la convivencia.
El padre Enrique Morales Plascencia es también parte del equipo nacional de la pastoral militar y tiene a su cargo la coordinación de la región occidente del país.
Pbro. Fabián Alfonso
Aguirre Osuna,
Diócesis de Ciudad Obregón
Al padre Fabián le toca animar la zona norte del país que está integrada por cuatro provincias eclesiásticas y 22 diócesis.
“Mi labor es tocar la realidad del soldado, la de los Obispos de las provincias y animarlos, así como al presbiterio de toda esa zona pastoral”.
Califica esta tarea como una bendición. “El soldado es un hombre de fe, un hombre sencillo que necesita de Dios. Esta pastoral es relativamente nueva, pero dada la situación coyuntural que está viviendo el país, los militares tienen una fuerte necesidad de Dios en ellos y en sus familias”.
Dijo que los militares salen de sus casas, no saben cuál será su misión de cada día y no saben tampoco si regresarán con vida o no, de ahí que sea fundamental la atención.
El padre Fabián pidió a la población orar por esta pastoral: “Pídanle a la Virgen de Zapopan por nosotros, capellanes y soldados”, exhortó.
Padre Otto Francisco
Galicia Soto,
Arquidiócesis de México
El padre Otto sirve a la pastoral militar desde hace 25 años. Señaló que en estos cinco lustros ha descubierto que “entrar a servir a las fuerzas armadas es como servir al sacerdocio, a la Iglesia. Porque los hombres de las fuerzas armadas tienen su disciplina muy bien medida, su deseo de hacer el bien a los demás, a la patria, a todos los ciudadanos, prácticamente como el sacerdote.
“La Iglesia y el ejército son como los rieles de un tren, van paralelos, nunca se juntan pero su propósito es ayudar los unos a los otros”.
Añadió que los militares son hombres de Dios, “con espíritu de sacrificio acendrado, de una formalidad tremenda y de un amor por México insuperable”.
Señala que en 25 años de servicio recuerda grandes experiencias, por ejemplo a hombres de alto rango, que antes de tomar una difícil decisión, se han hincado ante él, como representante de Dios, para recibir su bendición”.
Explicó que su ministerio se desarrolla principalmente en el Hospital Militar donde atiende entre 10 mil y 12 mil enfermos anualmente, además de la atención pastoral que se da a las familias.
Durante la entrevista el padre portaba una camisa verde militar con su alzacuello y algún pin, similar a las insignias militares: “De alguna manera es una identificación con el verde olivo de las fuerzas armadas, porque hay que encarnarse juntamente con el hombre de las fuerzas armadas. Así como yo ofrezco mi vida a Dios, ellos la ofrecen a Dios sirviendo a la patria”.
Pbro. Urbano Maldonado Cruz,
Arquidiócesis de Tlalnepantla
Atiende la Zona Centro del país: Ciudad de México, Zona Metropolitana, Valle de México y Toluca, Cuernavaca, Pachuca y Querétaro. Lleva 3 años sirviendo como sacerdote a la pastoral militar, sin embargo, conoce bien a las fuerzas armadas ya que durante 12 años ejerció la carrera militar. “Ostenté el grado de Sargento primero.
“Para dar el paso de ser militar a entrar al Seminario, tuve que escuchar en mi corazón la presencia de Dios y poderla manifestar. La enseñanza, la lealtad, la fidelidad fueron el primer paso para escuchar esa voz de ese Dios que se manifestaba.
“Siempre hay que demostrar obediencia, fe desde la base de la familia: obedecer, ayudar, servir y amar”.
Dijo que sin “uniforme” o sin sotana, lo que queda son los hombres y todos somos amados por el mismo Padre.
Señaló que no siente haber dejado su carrera militar la cual inició hace 30 años. Añadió que por sus venas corre la sangre castrense, pues su padre y otros familiares han entregado su vida a servir en las fuerzas armadas.
Lo que ha cambiado es la misión, pues hoy por hoy sabe que le sirve al General de Generales, desde hace 6 años como sacerdote.
Pbro. Saúl Ortiz Briano,
Diócesis de Aguascalientes
Tiene 4 años colaborando en la pastoral militar en la región centro. Refiere que esta región aglutina a varias diócesis que se reúnen para intercambiar experiencias y para recibir formación.
Asegura que durante su servicio se ha encontrado con seres humanos que en apariencia y detrás de su uniforme “parecen recios, fuertes e intocables, pero ya de cerca, son seres humanos con debilidades, con problemas, con preocupaciones, necesitados de Dios y a veces, con más Dios en su corazón que muchos de nosotros”.
Pbro. José Leonardo
García Martínez,
Capellán Militar en la rectoría militar en la Ciudad de México
El padre sirve en la pastoral militar desde hace 4 años. Ahí el templo se construyó exclusivamente para el servicio de las fuerzas armadas desde el período del Presidente José López Portillo.
“La historia dice que los militares pedían un lugar para recibir su asistencia espiritual y fueron a pedírselo al presidente, el cual les respondió que no a menos que se lo pidiera una persona muy importante para él. Por lo que fueron con la mamá del presidente López, y de esta manera accedió. Lo construyó Pedro Ramírez Vázquez, el mismo Arquitecto que hizo la Basílica de Guadalupe, pero está dedicado a Cristo de la Paz y está ubicado frente a la SEDENA”.
El padre asiste al hospital, a la prisión y al velatorio militares.
“Toda la gente que trabaja en la pastoral tiene que ver con la milicia, son los mismos soldados o sus familiares.
“En México no somos reconocidos por el ejército como rectoría militar por las relaciones Iglesia-Estado, aunque mi antecesor el padre Otto le puso Capellanía Militar porque ofrecemos toda la asistencia espiritual, y lo llamaron de la Secretaria de la Defensa para decirle que ellos no reconocían ninguna Capilla Militar. Sin embargo, logró que se nos abrieran las puertas para poder entrar al hospital, la prisión y el velatorio, y todos los servicios de Sacramentos y celebraciones de acuerdo al tiempo litúrgico”.
Al Padre José Leonardo lo consideraron para Capellán Castrense por ser hijo de militar y por ese motivo tener un poco de conocimiento del ambiente. “Y ha sido una experiencia muy positiva para mi ministerio sacerdotal, y ha sido una renovación presbiteral de mi espiritualidad”.
Pbro. José Fernando
Tirado Becerril,
Secretario Ejecutivo de la Dimensión de Fuerzas Armadas de la CEM,
pertenece a la Diócesis de La Paz.
El padre es también Capellán Militar de la Parroquia de Santa María Goretti que está en la entrada de la 3ª Zona Militar, además de atender la Zona Naval, la 43a Zona Militar, una Base Aérea y la Escuela del Aire de la Armada.
La jurisdicción abarca la atención a toda la fuerza armada desde Cabo San Lucas hasta Guerrero Negro en Baja California.
En la Diócesis de La Paz lleva 6 años, aunque nació en San Luis Potosí: “Me formé para la Pastoral Militar desde el Seminario y cuando me ordené sacerdote trabajé en el Campo Militar No. 1 en la Ciudad de México, y después me enviaron en La Paz”.
Actualmente está incardinado a dicha Diócesis pero pertenece a una Asociación Sacerdotal que se llama Corporación de Clérigos Castrenses, que tiene como carisma la atención particular a los miembros del ejército y es de derecho diocesano de Nuevo Casas Grandes, Chihuahua.
“Lo primero que se necesita para atender esta Pastoral es entender las necesidades de los miembros del ejército y sus familias, que si son uniformados atrás de eso hay un ser humano que muchas veces no se logra descubrir.
“Vemos solamente la parte fuerte del militar pero no ese corazón que necesita de Dios y tiene el derecho de ser atendido y cobijado por la Iglesia. En la formación también aprendemos su lenguaje, hablar según su cultura y formación”.
Pbro. Víctor Manuel
Martínez Escobedo,
Arquidiócesis de Monterrey
Aunque sirve como capellán castrense en la Arquidiócesis de Monterrey, atiende la 7ª Zona Militar Norte, que abarca Tamaulipas, San Luis Potosí y Nuevo León, en la Parroquia de San Eloy.
“Llevo 8 años como Capellán Castrense. Por medio de instituciones los militares pidieron a la Iglesia la atención y el servicio pastoral. Se ha respetado siempre la laicidad y la libre expresión de los mismos militares que son apartidistas y arreligiosos, la atención se da en ese sentido. Ha sido una buena relación, siempre respetuosa y hemos aprendido mutuamente de las dos instituciones”, aseguró.
Publicar un comentario