Día de muertos: algo más que sincretismo

Por Luis-Fernando Valdés

La celebración popular del Día de difuntos hoy día se parece a una mezcla de elementos prehispánicos (flores de muertos), cristianos (visitas al cementerios) o neopagano (Halloween). Ante este aparente sincretismo, ¿qué significado le da el cristianismo a la muerte?

  1. La muerte cristiana. El cristianismo ha buscado que las grandes verdades de fe se conviertan en cultura popular. En el tema de los difuntos, la muerte y la resurrección de Cristo son el punto de referencia para reelaborar las tradiciones sobre el recuerdo y las oraciones por los difuntos.

Jesucristo, Dios hecho hombre, asumió la muerte y volvió a la vida, de manera que para el cristianismo la muerte ya no es un hecho definitivo, pues todos resucitaremos al final de la historia.

La muerte ya no es permanente, y esto permite darle un particular carácter festivo a la celebración del Día de muertos, como sucede en México, donde se decoran las escuelas y universidades con flores de cempasúchil, altares de muerto, y se componen rimas jocosas llamadas “calaveritas”.

  1. La muerte neopagana. El “neopaganismo” es un fenómeno que ocurre en los países de tradición cristiana y que consiste en la pretensión de negar las aportaciones culturales de esta religión con el objeto de retornar a la visión autóctona de la vida, previa a la Evangelización.

Esto ha generado un problema: que las personas no saben cuáles elementos de la celebración de este día corresponden al cristianismo y cuáles al culto pagano ancestral. En consecuencia, algunos piensan que son cristianas algunas prácticas paganas, como las siguientes: la devoción a la “Santa Muerte”, la invocación de los muertos para prácticas adivinatorias; la atribución de un significado real a la situación de evocar en el sueño a una persona difunta; pensar que hay un mundo paralelo de difuntos.

Además, las empresas de entretenimiento han creado todo un género llamado “sobrenatural”, en el que hay fantasmas, demonios y videntes de muertos; y a esto habría que añadir el tema de los muertos vivientes o zombis. Nada de esto tiene que ver con la visión cristiana de la muerte.

  1. Ocultar la muerte y sus signos. Más allá de la celebración del Día de los fieles difuntos, el problema más serio no es el folklore de las celebraciones, sino que hoy se pretende ocultar la realidad de la muerte, en vez de afrontarla como parte de la existencia humana y darle un significado trascendente.

Por ejemplo, no es infrecuente que familiares, médicos y enfermeros le oculten al un enfermo grave la inminencia de la muerte, y de esta forma le quitan la oportunidad de prepararse: despedirse de los suyos, pedir perdón y, en su caso, abrirse a la fe, para afrontar el deceso con paz y esperanza.

Además, ya no hay lugares para despedirse de los difuntos. Podrá decirse que “en las grandes ciudades de los vivos no hay sitio para los muertos”, pues en las casas no hay espacio suficiente para velar a los difuntos, el tráfico vehicular no permite hacer cortejos fúnebres y los cementerios quedan cada vez más lejos de la ciudad. (Directorio Piedad Popular, n. 258)

Epílogo. La muerte –que siempre trae momentos de tristeza y de dolor– forma parte de la existencia humana y de nuestra vida cotidiana. Durante milenios, las religiones han buscado darle un sentido y encontrarle una esperanza, pero nuestra época, al emanciparse de ellas, nos ha privado de una fuente de esperanza y, a cambio, nos ha traído un gran miedo a hablar de la muerte. Por eso, hoy el mensaje cristiano sobre la muerte y la resurrección se alza como una potente alternativa para no ocultar la muerte y tener una esperanza con fundamento.

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