Debo añadir al post de ayer que algunas personas me han ofrecido su amistad a distancia. Pero, con afabilidad, les he respondido que una amistad por email… no es lo mismo. Y, de verdad, que lo siento, porque algunas de esas personas que me han ofrecido eso estos años pasados parecían personas con las que sí que hubiera podido llegar a cultivar una bella amistad.
Ayer recibí la llamada de un profesor de latín. Los profesores de latín siempre me caen especialmente bien. La larga e interesante conversación me llevó a apuntar temas que él me señaló como interesantes para futuros sermones:
Ayer recibí la llamada de un profesor de latín. Los profesores de latín siempre me caen especialmente bien. La larga e interesante conversación me llevó a apuntar temas que él me señaló como interesantes para futuros sermones:
-el comentario de Jesús de que era suficiente la espada que le mostraron en la Última Cena los apóstoles
-así como que llevaran espada cuando fueran a predicar
-la idea de algunos judíos de que tiene que venir un mesías sufriente y otro glorioso
-la interpretación de la doncella y el Enmanuel respecto al rey al que se la hace la profecía
En fin, todos vosotros, podéis proponer temas para predicaciones en los comentarios. Si alguno lo veo muy bueno, os aseguro que lo intentaré asumir.
Ayer vi otro niño suelto en una audiencia con el papa. Evidentemente, los niños no se van diez metros hacia delante sin que los padres expresamente no quieran evitarlo. Si ahora el índice de niños irruptores ha aumentado, ha sido porque les animan los padres.
Yo si fuera papa (un papa al estilo de Julio II o algo así) no lo permitiría, porque si estoy hablando es porque quiero decir algo. Hay momentos para acariciar niños y hay momentos para enseñar, como diría el Eclesiastés.
Me encanta jugar con los niños. Los que me conocen, lo saben. Me encanta jugar con los hijos cuando me invitan a las casas. Pero si yo fuera un papa y alguien me lanza un niño irruptor, preguntaría: “¿Esto es suyo? Pues recójalo”.
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