Así lo indicó el Pontífice este viernes 30 de noviembre al recibir a miembros de la Asociación Cerdeña Solidaria, con ocasión del 20º aniversario de su fundación, a quienes remarcó que esta isla italiana cuenta con “robustas raíces cristianas, como el amor de Dios y el amor al prójimo”.
En esta línea, el Santo Padre recordó que “Jesús en el Evangelio, nos invita a amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a nosotros mismos” y explicó que “es el amor de Dios el que nos hace reconocer siempre en el otro al prójimo, el hermano o la hermana a amar. Pero esto requiere el compromiso personal y voluntario para el cual ciertamente las instituciones públicas pueden y deben crear condiciones generales favorables”.
Gracias al Evangelio, “la ayuda mantiene su dimensión humana y no es despersonalizada”, dijo el Papa, que animó a los voluntarios a “no realizar una obra de suplencia en la red social, sino a contribuir a dar un rostro humano y cristiano a nuestra sociedad”.
“El servicio de voluntariado solidario -destacó- es una elección que hace libres y abiertos a las necesidades del otro; a las exigencias de la justicia, a la defensa de la vida, al cuidado del creado, con una atención tierna y especial por los enfermos, y sobretodo por los ancianos, que son un tesoro de sabiduría”, dijo.
Por último, el Santo Padre animó a continuar “con espíritu de comprensión y de unidad para difundir capilarmente la cultura de la solidaridad” y así, poder “interpretar las auténticas necesidades de la gente y encontrarles respuestas adecuadas”.
“Continúen con pasión su misión, buscando todas las formas posibles y constructivas para despertar en la opinión pública la necesidad de compromiso a favor del bien común, de apoyo a los débiles y de los pobres”, alentó.
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