Gracias por vuestras oraciones. Hoy ya estoy restablecido. Solo en el cielo sabré cuánto debo a las oraciones de todos los que me queréis. Cuántos beneficios me habrán venido sin yo saberlo.
Ayer fue un día curioso: estar en el sillón con una manta encima, dejar pasar el tiempo, la fiebre. No puedo dejar de ver en ello un atisbo de la etapa final de la vejez, cuando todo esté ya hecho, cuando todo esté ya escrito, cuando uno ya no tenga fuerzas para hacer nada.
Ayer, desde luego, no podía ni siquiera leer. Solo cabía dejarse llevar. Me llamó mucho la atención, escuchado entre las brumas de mi somnolencia, el documental sobre la vida de Onassis. Qué poco envidiable me parece la vida de este tipo de millonarios. Pero no deja de ser interesante el modo como se levanta un imperio como el que llegó a tener. A veces parece increíble que el dinero se acumule y se acumule sin límite.
¿Cuánto dinero le costaba mantener los gustos de su mujer Jackeline Kennedy? Una pobre madre no tiene ni para pagar lo más esencial y va mirando a ver qué conservas son más baratas. Y otra gasta en caprichos cantidades totalmente indecorosas: comprar, comprar, comprar. Al final, una vida insatisfecha.
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