Pbro. José Marcos Castellón Pérez
El pasado 1 de febrero, en la iglesia de San Sebastián de Analco, se dio inicio a un Año Jubilar para agradecer a Dios el primer centenario del instituto religioso de las Hermanas Franciscanas de Jesús Crucificado. Simbólicamente abrió la puerta de gracia jubilar el Sr. Obispo Juan Manuel Muñoz OFM y expresó la alegría no sólo para la congregación sino para la Iglesia, especialmente la Iglesia de Guadalajara, que tantas bendiciones ha recibido por medio de este instituto. El espíritu de servicio en la humildad, propio de la espiritualidad franciscana, ha caracterizado y debe seguir caracterizando a las hermanas franciscanas de Jesús Crucificado, les decía el Obispo, además de saludarlas y felicitarlas en nombre del Sr. Arzobispo.
El 20 de septiembre de 1920 la Sra. Felícitas de la Cruz, que había perdido a sus dos únicos hijos y había quedado viuda, junto con otras hermanas de la Tercera Orden Franciscana Seglar, de la cual era ministra en la iglesia de San Sebastián de Analco, hicieron votos privados y recibieron el encargo, del entonces rector de templo, de recibir y cuidar a tantos niños huérfanos que la revolución había dejado en la ciudad. La Madre Felícitas sentía como una inspiración divina el deber de cuidar a niños huérfanos, porque a sus hijos, Dios los había recogido prematuramente. En ese deseo de maternidad espiritual, atendiendo las necesidades básicas de los más desprotegidos, encontró la voluntad de Dios y la forma de encauzar el dolor de la pérdida de sus seres más queridos: sus hijos y su esposo. Ahí comenzó, como una pequeña semilla, lo que sería con el tiempo la actual Congregación, que ahora, además de orfanatos, atiende escuelas y misiones parroquiales.
Durante muchos años las madres de esta congregación fueron las encargadas de la cocina del Seminario Diocesano de Guadalajara y del Seminario Convento de la Provincia Franciscana de los Santos Francisco y Santiago. Con una labor abnegada, alegre y silenciosa acompañaron en lo más elemental y básico de la formación de los futuros sacerdotes, ofreciendo los alimentos siempre a su hora. Hermanas Franciscanas ofrendaron toda una vida, detrás de la estufa, con la consciencia clara de que estaban alimentando a Cristo en su casa de Nazaret, para que fuera luego a predicar el Evangelio en medio del mundo.
Con motivo de este primer centenario, el Santo Padre concede un año jubilar a la Congregación con la posibilidad de lucrar la indulgencia plenaria en su casa central, que se ubica en la calle Federación, en el barrio de La Perla, en la parroquia de San Martín de Tours y en la iglesia de San Sebastián de Analco. La Penitenciaría Apostólica ha enviado el decreto por el cual se concede esta gracia, recordando a su vez, las condiciones para poder ganar la indulgencia: participar y comulgar en la Eucaristía en estado de gracia (confesados), rezar por las intenciones del Papa y el Credo como signo de comunión con la Iglesia, pudiéndose aplicar a los fieles difuntos.
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