Griselda Mutual – Ciudad del Vaticano
En Kazajistán, noveno país más grande del mundo, una población de apenas 18 millones de personas convive en una armonía de culturas: hay más de cien etnias o nacionalidades distintas. Este país ex soviético, constituye geográficamente “un punto de comunicación entre Asia y Europa”. Allí, el pequeño rebaño está guiado por un centenar de sacerdotes y obispos, con, a la cabeza, el Arzobispo de Almaty, el español José Luis Mumbiela Sierra. En el marco de la visita ad Limina Apostolorum de los obispos del Asia Central, a desarrollarse entre el 25 de febrero y el 5 de marzo, con él conversamos para conocer la situación político-social del país, la idiosincrasia del pueblo kazajo, y los primeros desafíos que encuentra la Iglesia para la evangelización en el país.
Sociedad post soviética, religiones conviven en armonía
“Nuestra sociedad es una sociedad post soviética. Es un país democrático, al estilo de Kazajistán”. Como cada país, “tiene su estilo de democracia, el nuestro también tiene el suyo, que no es ni mejor ni peor, es el nuestro”, señala. “Es una sociedad también joven, y por lo tanto buscan un estilo político nuevo”. El prelado manifiesta que en la Iglesia católica agradecen a Dios por la libertad que tienen: “el gobierno nos permite una libertad religiosa existente, y da la suficiente libertad para nuestro movimiento, para evangelizar”. “Hay un gobierno que fomenta la unidad y la concordia entre las diversas religiones y confesiones religiosas, porque sabe que la unión entre las diferentes religiones es condición para la paz social. Políticamente el país también tiene sus problemas económicos, - como todos los países - y como cada país tendrá sus subidas y bajadas y en eso estamos, con las esperanzas y las alegrías de los países”.
Iglesia en Kazajistán ama mucho al Papa
Los obispos de Kazajistán, Kirzighistán, Uzbekistán y Turkmenistán se encontrarán este viernes 1 de marzo con el Papa Francisco. ¿Cuáles son las esperanzas que van a poner a la atención del Santo Padre en esta visita ad Limina?
“Pues, la esperanza de que la semilla del Evangelio siempre crece en dirección hacia la santidad. Y esa santidad para nosotros también va en dirección hacia Roma. O sea, que la unidad con el Santo Padre es fundamental para todos nosotros”. Los católicos de Kazajistán – explica - saben que la unidad con Roma es algo muy ‘en su sangre’, dado que “en la época soviética han sufrido tanto por defender esa fe”. “El Kazajistán es un pueblo que ama al Santo Padre, que reza por él, que ama a su Iglesia y que en su pequeñez procura poco a poco vivir el Evangelio. Es una Iglesia joven con futuro y con ganas de crecer”. El obispo de la Santísima Trinidad de Almaty, explica que la vida de los católicos allí es “la vida de los hombres y mujeres que viven con sus vecinos”. “Una vida de fe que está por dentro, y que tenemos la confianza y la certeza de que es la que va transformando esa vida ex soviética en una vida distinta, por ese sabor de salvación que da la fe”.
Señala el prelado, por otra parte, que Iglesia en Kazajistán “procura crecer numéricamente”, ya que son sólo “un 1% de la población”. Se trata de una Iglesia relativamente joven como ‘estructura’”, debido a que las estructuras eclesiásticas - cuatro diócesis con una mayoría de católicos en el norte y noroeste del país - “se generaron después de la independencia en el 1991”. En este sentido, Mons. Mumbiela recuerda “Karagandá”, ciudad del noroeste, que identifica como “cuna de muchas vocaciones ya en la época soviética”, en donde tuvo lugar en 2016 la beatificación de Ladislao Bukowinski, un sacerdote polaco deportado a aquellas tierras, quien padeciera también el sufrimiento del encarcelamiento en los “gulas” de Stalin. La Iglesia en Kazajistán “es Iglesia de origen ‘del sufrir’”, dice el Obispo, con una santidad heredada del sufrimiento “de muchos fieles”. Un sufrimiento “llevado con paciencia, de gente que ha debido sufrir largos años”.
Kazajistán consagrado a María Reina de la Paz
En esta ocasión Mons. Mumbiela Sierra lleva consigo un cuadro que envió a realizar para recordar un acontecimiento histórico: “Este es un cuadro que recuerda un momento especial en la historia de algunos católicos en Kazajistán, en un pueblo del norte del país, de deportados polacos que fueron llevados ahí en el año 1935-36”. Se trata de un evento acaecido en el año 1941, cuando una hambruna arrecía en el pequeño pueblo de deportados polacos: “con 40/50 grados bajo cero, con dos metros de nieve…ahí ¡búscate la vida!”, empieza a narrar el Obispo.
En esta situación, “los polacos como buena gente, rezándole a la Virgen”, pidieron “el milagro de su intercesión”. “He aquí que en torno al 25 de marzo del 1941 se derrite la nieve, y se genera un lago, y en ese lago ¡surgieron peces! Y con esos peces se salvaron ellos y otros pueblos de alrededor”. En el centenario de la Virgen Fátima se repite “más o menos la misma situación”, cuenta. “Evidentemente es un hecho sobre el que nosotros no decimos que es un milagro de la Virgen, pero, en fin, en el corazón del pueblo del creyente se ve la maternidad de la Virgen que está allí intercediendo por sus hijos”.
Historia del Santuario María Reina de la Paz
En los años ‘80 los feligreses, - solos, sin sacerdote - empezaron a construir una Iglesia a la Virgen de Fátima. Cuando en el ’89 llega quien es el actual obispo de Astania, se concluye la construcción de la Iglesia con la ayuda de un benefactor que pide la titulación de la misma a “María Reina de la Paz”. Y en el año 1995, el entonces obispo para Kazajistán y Asia Central, consagra Kazajistán y Asia Central a la Virgen María Reina de la Paz, en una época “de mucha pobreza y de una situación social muy peligrosa”. Mons. Mumbiela señala lo curioso de esto, y es que “a partir de entonces Kazajistán levanta cabeza”, de ahí que María Reina de la Paz es Patrona de Kazajistán. “Cuando Juan Pablo II en 2001 vino al país, habló del Santuario Nacional en Oziorno - así se llama así el pueblo - que significa ‘del lago’. Y así quedó el Santuario Nacional María Reina de la Paz en este pueblecito”.
“No había allí una imagen así especial, que recuerde este acontecimiento histórico, y en la curia de mi diócesis mandé a hacer un cuadro que recordara este momento: no dando ella peces de sí misma, sino como veis en el cuadro, es el niño Jesús en los brazos de la Virgen que va dando peces a su Madre, y la Madre los echa a las redes, que son nuestras oraciones, redes echadas en el lago de la misericordia. Jesús dijo a Faustina Kowalska: di a todo el mundo que mi misericordia es como un océano sin orillas. Un momento de ese océano es ése instante en la historia, es ése lago: es un recuerdo de que la misericordia de Dios continúa en cada momento. Jesús a través de su Madre nos concede, todas las gracias, todos los peces: en el cuadro hay siete peces que son signo de la totalidad. Podría ser una catequesis muy bonita sobre el cuadro pero lo dejamos para otra vez”, concluye.
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