Heridas abiertas

Pbro. José Marcos Castellón Pérez

Para Guadalajara, el 22 de abril es una fecha especial, pues recuerda una de las más grandes desgracias de la ciudad: las explosiones del colector de aguas residuales en el Sector Reforma. Es una fecha también conmemorativa porque a partir de esa fecha cambió nuestra ciudad y la forma de mirar nuestras autoridades y de mirarnos a nosotros mismos como ciudadanos. Pero, aunque hayan pasado ya 27 años de aquel fatídico día, muchas heridas todavía están abiertas, aunque, en algunos momentos, parezcan desaparecer de la memoria histórica colectiva.

Podemos, con un poco de cautela, señalar algunas de las causas de las explosiones. Sin duda, la causa más remota es el robo de hidrocarburos, llamado ahora huachicol, que se realizaba en la planta de PEMEX que se localizaba en la Nogalera, Tlaquepaque y cuyas fugas se fueron minando en el subsuelo o se destilaron hasta el colector. Aunada a esa causa,  la corrupción de las autoridades de ese momento que permitieron descaradamente el robo y, con el riesgo de equivocarme, de sacar algo de ganancia de él. Al menos sí se hicieron ciegos y sordos.

Entre las causas próximas se pueden señalar al menos dos: la negligencia y el engaño. Las autoridades estaban enteradas del riesgo de explosividad en los colectores, la medición de explosividad era del 100% y, sin embargo, no evacuaron la zona, en la que los vecinos ya habían reportado el fuerte olor a gasolina desde días antes. Muchas muertes se pudieron evitar, pero no actuaron engañando a la gente, haciendo creer que nada pasaría. El engaño fue una causa y una consecuencia, pues nunca se supieron con certeza el número de muertos ni la situación de los sobrevivientes ni los daños materiales ni las peripecias de los damnificados.

Hace ya 27 años de las explosiones y es justo que no se olvide esa fecha; es justo para los que murieron, los sobrevivientes, los damnificados, para los que perdieron a alguien o algo que les pertenecía. No es justo para la ciudad ni para las nuevas generaciones que se olvide esa fecha. No se puede cicatrizar la herida y olvidar, porque se corre el riesgo de que vuelva a suceder otra desgracia parecida. Pero no sólo es justo que no se olvide, es urgente que las heridas abiertas nos recuerden que las causas que ocasionaron las explosiones están pujantes como en aquel entonces, lo hemos visto en los recientes accidentes causados por el actual huachicol. Todavía hoy, existe esta  rampante corrupción de las autoridades que disimulan y, seguramente, se enriquecen inmoralmente; la delincuencia parece tener “el sartén por el mango” en eso de la seguridad, que es un derecho de los ciudadanos y una obligación del Estado. No se cicatriza la herida porque todavía hay tanta negligencia de las autoridades, que ante los problemas sociales parecen más espectadores que actores responsables, parece que sólo piensan que los problemas se solucionan con declaraciones mañaneras y no con acciones contundentes. Pero lo más grave: los ciudadanos adormilados…

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