¿Cómo combatir el calor? ¿Hay remedios cristianos contra el calor?


Me ha preguntado una dentista amiga del Opus Dei que qué hago para soportar el calor. Mi respuesta es la siguiente:

-Sotana holgada y de algodón, con un poco de fibra para que no destiña.

-En casa, como vivo solo con mi ángel de la guarda, visto como los personajes del famoso tríptico de El Bosco.

-Cerrar las ventanas en cuanto amanece y dejarlas cerradas todo el día. Abrirlas por la noche, en cuanto la temperatura exterior es inferior a la interior. A esto también se le llama “sentido común”.

-Cerrar las persianas siempre que va a entrar sol por una de ellas, aunque haya cortinas. Por la mañana, el salón de casa está sumido en una oscuridad transilvana. Por la tarde es al revés, el salón está iluminado y las habitaciones a oscuras.
Todas estas normas se resumen en oscuridad y clausura rigurosa. Nada del aire exterior debe entrar hasta que refresque. Esto de la oscuridad incluye las bombillas. Solo enciendo una y pequeña, de una lámpara de sobremesa. Cada luz es una fuente de calor. En verano quieres estar fresco: enciérrate y oscuridad.
Si enciendo algún fogón de la vitrocerámica en la cocina, cierro la puerta para que el calor no pase al resto de la casa. También es muy útil leer novelas, como las de Jack London, acerca de personajes que mueren de frío en Alaska. Lo digo en serio, en medio de esta sucursal del averno, resulta muy refrescante sumergirse en novelas en las que casi sientes el dolor del frío de pobres desgraciados que mueren horriblemente en el Polo Norte o en otros congeladores de la Tierra.

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