La ceremonia se realizó en Nápoles (Italia) y fue presidida por el arzobispo diocesano, Cardenal Crescenzio Sepe, quien representó al Papa.
En su homilía, el Cardenal Sepe destacó que la Beata María Luigia del Santísimo Sacramento “transmitió una fuerza incomparable” por lo que imploró su intercesión para que “los obispos, sacerdotes, las personas consagradas y los fieles laicos de este territorio no se cansen de anunciar con alegría y valentía el Evangelio de Cristo, muerto y resucitado”.
El arzobispo de Nápoles explicó que la Beata María Luigia fue conocida como María Velotti y destacó que “fue un modelo de virtud y de santidad de vida” porque muestra “el valor de la contemplación de Cristo en el don de la Cruz”.
“Su existencia se conformó constantemente a la pasión de Cristo. Casi podríamos decir que su vida se ha convertido en Adoración e imitación de la Cruz. Pasó por pruebas y tormentos, mientras vivió una esperanza fuerte y arraigada en Dios, y por lo tanto aprendió a ser constantemente buena y generosa con todos”, afirmó el Cardenal Sepe.
Además, el Purpurado señaló que la nueva Beata enseñó también a “entregarse a los demás a través de la caridad. Esta mujer, que murió hace unos ciento treinta años, dejó una huella tangible de su caridad” y añadió que durante su vida “poco a poco se fue abriendo al amor por los demás, poniéndose al servicio de los pobres, los desamparados, los sufrientes de espíritu, valorando a los marginados de la sociedad, con especial cuidado por las mujeres”.
En esta línea, el Cardenal Sepe subrayó la actividad catequística de la nueva Beata, que “es una de las características más relevantes de la misión de María Luigia: educar en la fe mediante la obra y la palabra; una palabra, que, si bien es sencilla por la escasez de sus recursos culturales, supo llegar al corazón, comunicando lo esencial”.
Por ello, el arzobispo de Nápoles concluyó que “la Beata María Luigia del Santísimo Sacramento es un mensaje de Dios para todos nosotros y para sus hermanas, especialmente en este tiempo difícil marcado por la precariedad a causa de la pandemia” ya que ella “humilde y silenciosa, se sumergió sin demora en las incertidumbres y miserias de su tiempo, con un marcado sentido de concreción, pero totalmente abandonada a Dios”.
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