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En los primeros días de diciembre, alcanzando el punto máximo de concentración el 11 por la noche, millones de peregrinos visitan la Basílica de Guadalupe para rezar ante la imagen original que apareció milagrosamente el 12 de diciembre de 1531, estampada en la tilma del indígena San Juan Diego.
Este año, a causa de la pandemia de coronavirus COVID-19, las autoridades eclesiales y civiles decidieron que la Basílica de Guadalupe permanecerá cerrada del 10 al 13 de diciembre, para evitar aglomeraciones y prevenir contagios.
La historia de las apariciones
El 9 de diciembre de 1531 la Virgen se le apareció a un humilde indio convertido al cristianismo, llamado Juan Diego, en el cerro del Tepeyac, al norte de Ciudad de México. María se presentó como “la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios”.
La Reina del Cielo le encomendó que en su nombre le pidiese al obispo capitalino, el franciscano Juan de Zumárraga, la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición.
El Obispo no aceptó la idea y la Virgen le pidió que insistiera. Al día siguiente, San Juan Diego volvió a encontrar al Prelado, quien lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas del prodigio.
El martes 12 de diciembre, la Virgen se le presentó y lo invitó a subir a la cima de la colina del Tepeyac para que recogiera flores y se las trajera.
A pesar de la estación invernal y la aridez del lugar, San Juan Diego encontró rosas muy hermosas y la colocó en su “tilma”. La Virgen entonces le mandó que se las presentara al Obispo.
Estando frente al Prelado, el santo abrió su “tilma” y dejó caer las flores. En el tejido apareció la imagen de la Virgen de Guadalupe. El Obispo y otras personas presentes cayeron de rodillas con gran asombro. Luego Mons. Zumárraga pidió perdón.
Al día siguiente fueron al monte del Tepeyac, donde de inmediato la gente se ofreció para elevar el templo.
Con el manto, la Virgen trajo reconciliación entre nativos y españoles, pues con los símbolos que allí aparecen, las dos culturas podían entender perfectamente el mensaje del Cielo. De igual modo, les ayudó a comprender que la fe cristiana no es propiedad de nadie, sino un don de amor para todos.
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