La Casa Blanca informó de esta medida junto con varias otras que revierten órdenes ejecutivas de la administración Trump respecto a quienes pueden estar en el Ejército.
Las órdenes anteriores impedían que una persona ya en servicio se sometiera al cambio de sexo o “transición”, y prohibía que se acepte nuevos reclutas que tuvieran como diagnóstico la disforia de género.
“El presidente Biden cree que la identidad de género no debe ser una prohibición para el servicio militar y que la fuerza de Estados Unidos radica en su diversidad”, indica un comunicado de la Casa Blanca del 25 de enero.
La nueva orden impide que se separe o retire a los que ya sirven en el Ejército mientras hace su cambio de sexo y que estos puedan “servir en su género cuando la transición esté completa”.
La orden de Trump se firmó en 2017. En enero de 2019 la Corte Suprema la mantuvo pero en febrero de ese año el Departamento de Defensa anunció una nueva política para permitir que las personas que se identifican como “transgénero” sirvan en el Ejército, de acuerdo a algunas excepciones.
Bajo esa norma revisada, los soldados “transgénero” no podían realizar su cambio de sexo mientras servían y no podían estar diagnosticados con disforia de género. Debían servir de acuerdo a su sexo biológico.
En 2016 la Corporación RAND estimó que alrededor de había alrededor de 2.450 personas “transgénero” en un total de 1.3 millones de miembros en el Ejército.
Cuando se anunció la prohibición de Trump en 2017, la Arquidiócesis Castrense en Estados Unidos indicó que la decisión era correcta pero que no respondía completamente “a la dignidad de la persona humana”, enfatizando algunas consecuencias de la orden ejecutiva como la preparación militar por encima de las consecuencias espirituales.
El Arzobispo Timothy Broglio recordó entonces que la Iglesia enseña que los seres humanos son creados “a imagen y semejanza de Dios”, resaltando que “las decisiones personales en la vida, ya sea sobre la protección de los no nacidos, la santidad del matrimonio y la familia, o la aceptación de la biología de una persona creada por Dios, deben tomarse no solo para una penúltima realidad en esta tierra, sino en anticipación de la última realidad que tiene como fin compartir la vida misma de Dios en el Cielo”.
Traducido y adaptado por Walter Sánchez Silva. Publicado originalmente en CNA
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