Al México bronco se le han juntado las chinches, garrapatas y toda clase de alimañas. En las dificultades presentes, las respuestas del vecindario, estratos académicos, partidos, Gobierno, son simples paliativos. Hay inconformidad, revanchismo por la dilapidación de recursos de la calase gobernante. También reflexiones y entenderes sesudos y prudentes.
Pululan la desesperanza, el coraje, los desagravios enlodados. Faltan, sí, respuestas mesuradas, inteligentes y, sobre todo, democráticamente compartidas. Errores que vienen de voluntades torcidas, de la ineficacia, y la gente atribuye tantas injusticias al estilo viciado de gobernar.
Multitud de quejas, declaraciones llenas de amargura y de impotencia; otros dicen tener la certeza de que el Gobierno tiene ya presupuestos y líneas trazadas: parece que no hay marcha atrás. Y, con todo ello, le hacen cosquillas al México bronco. En todas las coyunturas difíciles de la Nación se ha hablado de esta raza indómita que está dispuesta a clamar justicia.
Jesús Reyes Heroles, en la década de los 70, a propósito del saber o no saber tener tino para gobernar, alguna vez dijo que “nuestra disyuntiva es clara: no podemos, lisa y llanamente, mantenernos en la democracia que tenemos. O avanzamos en ésta, perfeccionándola, o retrocedemos. En diversas épocas México ha salido adelante, incluso en años difíciles”.
Por eso hay que mesurar nuestras respuestas. También decía este político: “…Pensemos precavida o precautoriamente que el México bronco, violento, mal llamado bárbaro, no está en el sepulcro; únicamente duerme. No lo despertemos, unos creyendo que la insensatez es el camino; otros, aferrados a rancias prácticas… Todos seríamos derrotados si despertamos al México bronco”.
En la agenda cercana, no puede ignorarse a San Pedro Itzicán, que lleva siglos de retraso en participar de la justicia y de la atención esmerada del Gobierno. Es necesaria la congruencia en los problemas domésticos y los de nuestro entorno cercano, e indispensable proponer respuestas convincentes. No podemos remediar todos los males de la Nación sólo con reflexiones o buenos propósitos.
Desde la conciencia religiosa, diocesana, hay acercamientos, proyectos. Se trata de una comunidad ribereña en la que sus habitantes mueren por el agua que ingieren; los carcomen las enfermedades de la pobreza, la falta de recursos y el desinterés de las autoridades.
Población de origen indígena, próxima a las grandes urbes jaliscienses, en la Ribera del Lago de Chapala, sus habitantes luchan por subsistir entre la miseria, la desnutrición y la amenaza que representa para su salud el agua con sustancias nocivas. Semanario ya ha estado presente dialogando con distintos agentes sociales y religiosos que trabajan por la dignidad de estos pueblos -tan cerca y tan lejos- de una vida digna.
Cuando arribó el Papa a México, su presencia atrajo muchas esperanzas “…Abrazar al pueblo mexicano en sus múltiples expresiones y en las más diversas situaciones que le toca vivir …Una cultura ancestral y un capital humano esperanzador …A los dirigentes de la vida social, cultural y política les corresponde, de modo especial, trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino, en su familia”. Hay tareas pendientes, pues. Resta engranar organizadamente las decisiones.
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