En la presentación participaron el P. Rafael Berajano, director de la “Ciudad Don Bosco” de Medellín, y Catalina y Manuel (nombres ficticios), dos adolescentes que fueron miembros de las FARC y consiguieron escapar.
El documental muestra la historia de algunos niños obligados a convertirse en niños-soldados y que crecieron sometidos a la esclavitud. Además, arroja luz sobre el proceso de paz abierto en Colombia entre el Gobierno y las FARC.
El P. Bejarano explicó el proyecto “Ciudad Don Bosco”, donde ayudan a que estos niños sean reinsertados en la sociedad y logren superar los traumas causados por esta realidad.
Según datos que proporcionó el religioso, los Salesianos creen que aún quedan entre ocho mil y trece mil menores en grupos paramilitares.
“Ciudad Don Bosco” es una institución de carácter educativo y social sin ánimo de lucro, dirigida por la Comunidad Salesiana de la provincia San Luis Beltrán de Medellín, en la cual se ayuda a niños, niñas, adolescentes y jóvenes en alto riesgo. Entre sus tareas se encuentran las de propiciar su desarrollo físico, psicosocial y espiritual por medio de un adecuado ambiente educativo, con participación de la familia y la comunidad.
Los dos jóvenes contaron brevemente su dramática experiencia, que también se ve reflejada en el documental. Catalina tiene 20 años y entró de manera voluntaria en las FARC a los 13 años. La principal causa que le llevó a ello fueron diversos problemas familiares.
“Tenía problemas en mi casa, decidí que no quería saber nada más porque odiaba con todas mis fuerzas a mi madre y a mi padre”, contó la joven. A los pocos días de ingresar le pusieron un arma en la mano, pero finalmente escapó a pesar de ser consciente de que esto podría acarrearle la muerte. “Me escapé cuando no estaba el comandante. Él me molestaba mucho y yo me sentía muy incómoda. Fue un día a las 10 de la noche cuando me fui”.
“Decidí escaparme porque mataron al chico del que estaba enamorado, eso me hizo preguntarme qué estaba haciendo ahí”. “Mi madre cuando se enteró de que había dejado el grupo tuvo mucho miedo de que me mataran porque en las FARC ya habían convocado un consejo de guerra".
"Me deseó que Dios me protegiera y que yo fuese capaz de elegir bien el camino que debía tomar. Cuando escapé no fui directamente a mi casa sino con una familia que me acogió. Pero cuando vi de nuevo a mi familia tuve una alegría muy grande, fue como un sueño porque llegué a pensar que nunca más los volvería a ver”, relató.
Manuel tiene 19 años e ingresó en las FARC en 2013, donde permaneció un año. Siguió el ejemplo de su hermano que luego fue asesinado, lo que supuso un punto de inflexión para él y le dio la fuerza necesaria para dejarlo. “Quería estar siempre con él porque era como parte mía. Teníamos una relación muy fuerte”, contó en la presentación sobre la razón que le llevó a entrar en la guerrilla.
“Cuando lo mataron pensé ‘¿qué hago yo aquí?’. Entonces pensé cambiar de rumbo porque lo que le había pasado a él me podía pasar a mí en cualquier momento cuando hiciera algo que no debía”. Durante ese año “dejé de vivir mi propia vida y estaba siempre escondido, era como no tener nada”, añadió.
Manuel reveló cómo se desarrollaba su día a día en la guerrilla: “Era un no parar, ir a formación, hacer guardias, ir a recoger víveres o comida, traer gente, bañarse en cierto momento…”. “En la guerrilla hay comisiones que lo que hacen es ir a mirar donde está el enemigo, el ejército, y así proceder al combate. O hacer emboscadas, que se preparaban durante un mes”.
Ahora, Catalina y Manuel, al igual que otros muchos, tienen una vida distinta alejada del terrorismo y la esclavitud, y realizan estudios gracias a los Salesianos, quiénes les han proporcionado todo lo necesario para recomenzar.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 17 de noviembre de 2016
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