Vida Contemplativa Femenina
La Unión de Contemplativas de la Arquidiócesis de Guadalajara, encabezada por la Coordinadora, Madre Concepción Hernández, y por iniciativa del Obispo Auxiliar Juan Humberto Gutiérrez Valencia, organizó una Jornada de Estudio de tres días (14, 15 y 16 de febrero) en el Monasterio de la Visitación, invitando como expositora a la Madre Esther, de la Orden de Benedictinas. El estudio se centró en la reciente Constitución Apostólica Vultum Dei Quaerere (La búsqueda del rostro de Dios), sobre la vida contemplativa femenina, emitida por el Papa Francisco, y abarcando los Temas: Formación Permanente, Clausura, y Vida fraterna.
FORMACIÓN: un fuego que hay que prender
Empezó con el Tema de la Formación y citando al Poeta irlandés William Butler Yeats: “Educar no es llenar un cubo, sino prender fuego”. Hace llamar la atención sobre los Programas de Formación que, aunque llenos de contenidos, precisos y definidos, no lo considera como único elemento, sino también la formación del corazón. “El fuego que hay que prender” es el detonador de un dinamismo espiritual que ha de acompañar la existencia de la vida contemplativa y todas sus dimensiones, alcanzando las profundidades de la vida, el corazón, refirió la Madre Esther.
Señaló, además, que es un proceso que inicia con la entrada al Monasterio, encaminado hasta el término de la existencia terrena, y tiene como centro a JESUCRISTO. Indicó algunos elementos con una función esencial en el camino del crecimiento espiritual: la Palabra de Dios como pan diario del camino, e instrumento ordinario de crecimiento; Opus Dei, la Obra de Dios, cumplida a través de la salmodia de cada día, limando las asperezas de la mente y derritiendo los nudos del corazón; el trabajo, en su dimensión ascética y equilibradora de cansancio, que es escuela de humanidad y de colaboración fraterna.
Advirtió que la Comunidad es Escuela de Formación, lugar auténtico del crecimiento vocacional.
CLAUSURA: soledad habitada y encierro abierto
“El lugar de la intimidad de la Iglesia esposa” (VDQ, No. 31) Sólo de una relación nupcial se deriva la justificación de la elección de la Clausura; es una relación de intensa comunión, en un deseo de estar siempre con Él.
Dijo que somos Contemplativas porque nuestra vida, a cada instante, está llamada a buscar el Rostro del Amado, a dejarnos mirar por Él, a mirarlo incesantemente, sin distracciones, para que Él nos transforme en su imagen luminosa. Amadas por Él, llamadas por Él, queremos responder a esta mirada de Amor con toda nuestra vida. En esta comunión de amor nace el deseo de quedarnos siempre con Él. La elección de la Clausura nace por el deseo de darnos totalmente, en donación plena. Hemos descubierto a Jesús como nuestro tesoro y sentimos la necesidad de renunciar también a lo más cercano y querido, para quedarnos únicamente con Él. Éste es el ideal, y la Clausura, por tanto, es un medio que nos ayuda a lograrlo.
VIDA FRATERNA:don que viene de lo Alto
Quien recibe el llamado de Dios para vivir en una Comunidad, recibe también la capacidad de amar a Dios, y en Él a la Humanidad entera. Y el inicio de la Humanidad comienza con las Hermanas con las que compartimos el mismo Amor, los mismos ideales, a través de un mismo carisma. Entonces, la base, el fundamento de la vida fraterna es Dios mismo, resumió la Madre Esther.
Habló sobre la visión realista de trabajar en uno mismo, contando con la ayuda de Dios, pues sólo así será bella y agradable la vida comunitaria. Con Jesucristo nace y renace la alegría, con sencillez de corazón. Puso, además, como aspecto fundamental, la centralidad en Cristo, la relación personal y viva con Él; y ésta se renueva diariamente en la escucha de su Palabra y en la participación de la Eucaristía. Al final, cuestionó a las participantes si en verdad sienten la vida comunitaria como fuente de alegría, sostén y estímulo.
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