Pistas de reflexión
«Que tu misericordia, que llena la Tierra, nos acompañe siempre (Salmo 33).
P. Rogelio Cárdenas,
Misionero del Espíritu Santo
El Tiempo de Cuaresma es propicio para reactivar, personal, comunitaria y eclesialmente, nuestra espiritualidad en el seguimiento de Jesucristo, que nos hace mucho bien, y nos impulsa a hacer el bien. Para esta reactivación, propongo implementar cotidianamente tres verbos: Reconocer, recordar y retornar.
En Cuaresma, Reconocer; es decir, echarle un par de cualidades a nuestra vida: sinceridad y realismo, no para fomentar culpas que enferman, sino para madurar, haciéndonos más conscientes de cómo estamos, y de qué necesitamos evolucionar en nuestra vida de fe.
En Cuaresma, Recordar; esto es, traer de vuelta al corazón la belleza de nuestra espiritualidad. También es volver nosotros mismos al corazón, habitado por el Espíritu Divino, para reencontrarnos y recuperar fuerza y rumbo.
En Cuaresma, Retornar; o sea, volver a la vida cotidiana, poniendo en práctica las certezas, nutriendo lo que hagamos y haciendo lo que nutra más la vida. Más que repetir rituales, recuperar el significado y sentido de nuestros símbolos y gestos.
Por ejemplo:
Reconocer… Lo que hay en nuestro mundo interno; ser conscientes de los deseos, los miedos y las necesidades, y de cómo influyen muchas veces en nuestras acciones. Llamar por su nombre a lo que nos causa ansiedad e impaciencia.
Recordar… Que en nuestro mundo interno también habita Dios, que nos ha creado a su imagen y semejanza. Refrescar la experiencia de esta presencia divina, que nos impulse de nueva cuenta a ser nuestra mejor versión.
Retornar… A la vida cotidiana, practicando la sana atención a nuestra interioridad y, desde ahí, sintonizar con el amor incondicional con que hemos sido bendecidos, y desde el que podemos ser bendición en cada situación.
Reconocer… Nuestras intenciones. No sólo lo que hemos hecho o dicho, sino por qué lo hemos intentado así, y qué es lo que en verdad buscamos. Ejercicio simple y arduo, porque no solemos decirnos, a nosotros mismos, la verdad.
Recordar… Nuestra vocación a ser libres, que no significa dar rienda suelta a las propias intenciones, sino que los caprichos de nuestro ego no tergiversen quiénes somos, ni nuestros apegos determinen lo que hagamos.
Retornar… A la vida diaria, practicando congruencia y responsabilidad de lo que sentimos y hacemos.
Reconocer… Las percepciones distorsionadas, las expectativas poco realistas y los juicios que emitimos, todo aquello por lo que muchas veces dejamos condicionar nuestras relaciones, de tal manera que padecemos codependencia, resentimientos o culpas.
Recordar… Cómo mira Jesús, y encontrar, en su forma adulta de relacionarse, la capacidad de recibir a cada persona, con asombro y gratitud, aprendiendo a comunicarnos de un modo más acorde con el Amor del Evangelio.
Retornar… A la vida cotidiana, practicando la empatía y la gratuidad; buscando entender lo que percibimos, y conectar con lo que los demás sienten; saber qué vive la gente y comprender cómo lo está viviendo. Esmerarnos en hacer el bien, y en hacerlo bien, de buena gana, desinteresadamente, y hasta con una sonrisa serena.
Reconocer… La hermosura de la Creación y la belleza divina que podemos captar, y con la que, muchas veces, la voracidad compulsiva e insaciable que hemos desarrollado en las ciudades, nos impide contactar.
Recordar… Que somos de Dios y que nacimos para ser la mejor versión, no según nuestras fantasías obesas, sino según la Persona de Jesús. Traer la certeza de que nuestra naturaleza es la fraternidad, y que somos llamados a la comunión universal.
Retornar… A la vida cotidiana, practicando sobriedad; buscando la paz y corriendo tras ella; comportándonos con más conciencia y creatividad.
Reconocer… a Cristo y, en Él, nuestra verdad. Abrir los ojos y despertar, caer en cuenta de lo que realmente importa en nuestra vida.
Recordar… Que a la Iglesia, en muchas situaciones, se nos decolora el amor y nos distraemos de nuestra hermosa vocación. Que somos llamados a ser, en Cristo, nuestra mejor versión.
Retornar… A la vida cotidiana, practicando nuestra fe adulta, saliendo del propio ego, idealizaciones exageradas y triunfalismos que nos hacen sentirnos merecedores, para darnos con y por amor, como y en Jesús.
La Cuaresma es para Reconocer… La verdad, porque ella nos hace libres.
La Cuaresma es para Recordar… La belleza del Evangelio, porque olvidar provoca sufrimiento.
La Cuaresma es para Retornar… Al bien, porque nos impulsa a buscar, sinceramente, el Reino de Dios y el bien común.
Espíritu Santo, llévame al desierto y al silencio, condúceme para que reconozca la verdad, recuerde la belleza y vuelva al bien, por Cristo y en Cristo.

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